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Cuba: coraje y valor

Escenario internacional y regional en que triunfa la Revolución Cubana: Una nueva visión I

Escenario internacional y regional en que triunfa la Revolución Cubana: Una nueva visión (I ) por Orlando Cruz Capote

Muchos de los análisis histórico-políticos realizados acerca del escenario internacional y regional en que triunfó la Revolución Cubana el Primero de Enero de 1959, arrojan un esquema muy absolutizado de la situación existente en el mundo y, específicamente, la predominante en América Latina y el Caribe. La conclusión más generalizada es la referida a que el proceso revolucionario cubano surgió en una coyuntura mundial favorable, que devino posterior al triunfo de la Revolución Socialista de Octubre en la Rusia de los zares, en 1917, y de la conformación del campo socialista de la postguerra (1945); una segunda, muy asimilada por la historiografía cubana hasta los años 80, percibió que la Revolución en la Mayor de las Antillas significó el comienzo de la tercera etapa en la crisis general del capitalismo. Y la otra acepción estableció que la Revolución Cubana germinó en un contexto mundial donde la “Guerra Fría” había disminuido en intensidad, tesis que sirve de corolario a las anteriores.

El estudio riguroso del panorama mundial y regional, de forma concienzuda y con algún distanciamiento temporal, permitirá comprender en toda su dimensión la victoria revolucionaria cubana y su irrupción, repercusión e inserción independiente y soberana y, al unísono, necesariamente vinculada a los triunfos y derrotas del movimiento revolucionario mundial. El proceso histórico mundial nunca fue ni es (tampoco será) sencillo y rectilíneo. Y las tendencias progresistas en su seno se abren camino entre infinidades de variantes con avances en un sentido, estancamientos y retrocesos en otros. El grado de desarrollo del movimiento revolucionario no ha sido uniforme en todos los países y momentos históricos. Las olas de auge y reflujo de las fuerzas revolucionarias en el contexto internacional son muy complejas para simplificarlas en una fórmula ascendente que, aunque fuera cierta en sentido general, en instantes determinados y precisadas en zonas geográficas, no puede sustituir la riqueza contradictoria de la realidad particular y singular.

Las concepciones erróneas, anteriormente apuntadas, que no solo sirvieron de marco referencial externo para Cuba, fueron acogidas por diversos teóricos, políticos y cientistas sociales, dando por cuasi-realizado lo que cada destacamento revolucionario aún debía hacer y aportar en su propio escenario protagónico. La teoría pretendió suplantar a la práctica en detrimento de esta última y a la inversa. A partir de tales criterios, algunos de los análisis históricos se vieron precedidos por (semi) verdades a priori y no por el estudio de las singularidades y las regularidades, lógicas y dialécticas, que estaban presentes en el seno de las sociedades, por la acción de las leyes objetivas y subjetivas de éstas y, mucho menos, por la demostración tácita de una praxis revolucionaria que lo sustentara.

Luego de los cambios acaecidos una vez culminada la Segunda Guerra Mundial, en especial el surgimiento y fortalecimiento del campo socialista este europeo gracias a la resistencia antifascista interna pero, sobre todo, a la misión liberadora del Ejército Rojo, fue estampada una frase que expresó, de forma absoluta, que esta era “(...) la época del tránsito del capitalismo al socialismo, de la crisis del imperialismo, del derrumbe de su sistema colonial y del triunfo de las revoluciones proletarias.” Concebida su terminología por algunos de los trabajos leninistas, recepcionados en su letra aunque no siempre en su espíritu, y reestablecidos por una interpretación dogmática-esquemática vulgar y escolástica estalinista, el grupo de conceptos en cuestión tenían cierta sustentación real, pero vistos como tendencias generales y nunca para ser aplicados mecánica y arbitrariamente a cada situación sociohistórica concreta espacial, nacional y regional, así como referidos a un tiempo histórico, también específico. Su acuñamiento, no podía y no tenía que ser comprendido como verdades irremediables e irreversibles. Y si es cierto que el surgimiento del campo socialista de Europa Oriental tuvo una importancia cardinal en los asuntos del movimiento revolucionario mundial, el reduccionismo que conllevó este estereotipo teórico -muy eurocentrista por cierto- hizo mucho daño al accionar progresista y a las ciencias históricas y sociales en su desarrollo.

No obstante, algunos hechos progresistas acaecidos posteriormente en el ámbito mundial corroboraron, en cierto sentido, la formulación positiva enunciada: creación de la Federación Sindical Mundial en 1945; fundación, en ese mismo año, de la Federación Mundial de las Juventudes Democráticas y de la Federación Democrática Internacional de Mujeres; independencia de Vietnam, Indonesia y Laos en 1945; surgimiento de la Organización de Naciones Unidas (ONU) en 1945; representación de los partidos comunistas en los gobiernos de Francia, Italia y Grecia; independencia de la India en 1947; triunfo de la Revolución China y proclamación de la República Popular China en 1949; creación en 1950, en Varsovia (Polonia), del Consejo Mundial por la Paz; victoria del pueblo coreano en su lucha contra la agresión norteamericana (1950-1953); triunfo de Vietnam contra los colonialistas franceses en la histórica batalla de Dien Bien Fu, en 1954; proyección de las naciones emergentes en el escenario mundial, hecho acaecido en la Conferencia de Bandung, Indonesia en 1955, donde se congregaron 29 Estados afroasiáticos y delinearon un decálogo de conceptos acerca de los derechos de los pueblos del mundo subdesarrollado (Tercer Mundo), entre otros.

Además, en el plano militar, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) logró demostrar en 1957, con el lanzamiento y puesta en órbita del primer satélite artificial de la Tierra (Sputnik), que contaba con cohetes balísticos intercontinentales capaces de transportar armas nucleares -posee el arma atómica desde 1949 y la bomba nuclear de hidrógeno, desde 1953- y con ello se inició un proceso de cambio en la correlación militar internacional que, de todas formas, siguió siendo favorable a los imperialistas. La posibilidad de un golpe coheteril de respuesta a los agresores fue un nuevo elemento a considerar por parte de los aventureros y guerreristas que asumieron una actitud más cautelosa ante la probabilidad de una destrucción mutua en caso de iniciar un ataque sorpresivo a la URSS y al campo socialista. De ello se deriva que, junto a las demás fuerzas revolucionarias fundamentales actuantes, el sistema socialista se convirtió en un factor más influyente en los acontecimientos mundiales y en un soporte básico, aunque no decisivo, de los grandes combates clasistas, antiimperialistas y nacional-liberadores. En 1949, las democracias populares este-europeas y la URSS crearon el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), lo que constituyó un cambio cuantitativo y cualitativo en la correlación de fuerzas e impuso un equilibrio bipolar EE.UU. vs. URSS o el capitalismo vs. el socialismo, que modificó en cierto sentido la geopolítica en todo el orbe.

Los avances reales del movimiento revolucionario mundial fueron ampliamente divulgados y situados en un orden prioritario por parte de los políticos y teóricos progresistas pero un espejismo triunfalista nubló la objetividad de la mayoría de los observadores. Los resultados de la conflagración mundial relegaron a un plano secundario las contradicciones interimperialistas al verse destruidos económica y militarmente un número considerable de países capitalistas en Europa y el Japón. Ello no fue óbice, sin embargo, para que los grupos dominantes de esos Estados burgueses defendieran ante todo sus intereses de clase esenciales frente el auge de las ideas socialistas en el movimiento obrero y en otras clases y grupos sociales.

Los Estados Unidos de América, fortalecidos económica y militarmente como consecuencia de la guerra, comenzaron a ejercer su hegemonía unívoca en el mundo del capital y esta potencia se erigió en el gendarme mundial. A través de la Doctrina Truman, el Plan Marshall [ver imagen] y el Plan Clayton, este último para América Latina, y otros proyectos político-militares, económico-comerciales y financieros, los estadounidenses iniciaron junto a las fuerzas más retrógradas del capital monopolista internacional y la reacción burguesa de otros países, el período denominado de la “Guerra Fría”. La Unión Soviética y los demás estados socialistas fueron rodeados de bases militares y sometidos a la presión y el chantaje nuclear. La creación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), en abril de 1949, dio un matiz más agresivo a los intentos del imperialismo de revertir los cambios operados en la arena internacional. Una particular atención merecería, en un artículo posterior, el accionar de la guerra ideológica y cultural contra el movimiento revolucionario. (1)

Aunque los combates clasistas en los países capitalistas más desarrollados continuaron sucediéndose, las fuerzas democráticas y progresistas comenzaron a perder las posiciones políticas alcanzadas al terminar la contienda bélica mundial. Los capitalismos -europeo, estadounidense y japonés- recuperaron en menos de una década su poderío económico, comercial, financiero, político y cultural, y crearon una muralla de contención ideológica contra el campo socialista y frenaron la lucha de los trabajadores y los pueblos de sus naciones. En 1957 fue creada la Comunidad Económica Europea (CEE), con el fin de coordinar las acciones económicas de los países capitalistas más desarrollados de esa región. En Asia y en el Medio y Centro Oriente, fueron creados bloques militares y económicos. En 1947, el imperialismo francés invadió a Vietnam -luego que este pueblo derrotara a los militaristas nipones- y, entre 1950-1953, los gobernantes de los EE.UU. desarrollaron su guerra contra Corea. Y aunque estos dos países alcanzaron la victoria sobre los agresores-usurpadores, sus naciones quedaron divididas, interrumpiéndose temporalmente el proceso total de liberación. Solo Vietnam alcanzó su unificación en 1976, luego de su victoria contra la agresión estadounidense en 1975, y Corea del Norte y del Sur continúan hoy cercenadas.

Por otra parte, las luchas independentistas africanas enfrentaron una nueva ofensiva de las potencias capitalistas cuyos puntos de referencias fueron el recrudecimiento de la intervención francesa en Argelia y el entrometimiento militar en los asuntos egipcios. La problemática del Medio Oriente se agudizó al crearse, en 1948, el Estado de Israel e iniciarse una guerra contra los países árabes vecinos hasta 1949. La fundación de un Estado Palestino quedó bloqueada en las Naciones Unidas por los países occidentales miembros del Consejo de Seguridad de ese organismo. La mayoría de los nuevos Estados naciones, en un proceso de descolonización que tendría mayor auge a partir de la década del 60, prosiguieron y hasta profundizaron su dependencia económica, comercial y financiera para con las viejas-nuevas metrópolis capitalistas-imperialistas. Algunos de ellos habían alcanzado una independencia política formal con serios problemas étnico-nacionales, raciales y religiosos internos, además de problemas territoriales-fronterizos y de migraciones poblacionales hacia sus países vecinos, todos heredados gracias a la arbitraria división geográfica realizada, una vez más, por los colonialistas y neocolonialistas. El problema del subdesarrollo y atraso en todas las esferas de la vida socioeconómica y cultural de estos países, más las presiones imperialistas hicieron naufragar en muchos casos los deseos de realizar transformaciones radicales en el interior de las naciones liberadas.

Otro factor vino a agravar la situación socioeconómica y política de los países del denominado Tercer Mundo y las relaciones económicas internacionales: el desarrollo de varias crisis cíclicas del sistema capitalista. Dichas crisis, que nunca determinaron el debilitamiento definitivo del mismo, siempre han conllevado a importantes reajustes estructurales en su economía, nuevas tácticas en la proyección de su política interna y externa y, fundamentalmente, el peso de tales debacles ha recaído sobre las frágiles economías subdesarrolladas, las clases trabajadoras y los pobres del Primer Mundo, con sus lógicas y catastróficas secuelas sociales. Un elemento nuevo a considerar en el análisis de la situación real en el capitalismo mundial nos muestra su inusitada fuerza en los años de la década del 50, gracias a la introducción y utilización eficiente, aunque no exenta de contradicciones como el derroche de recursos energéticos y el consumismo desenfrenado, entre otros, de los avances de la iniciada III Revolución Industrial, ahora con una nueva denominación: Revolución Científico-Técnica.

Paralelamente, aunque los hechos verificaron la recuperación económica de los países socialistas gracias al trabajo abnegado de sus pueblos bajo la dirección de los partidos marxista-leninistas, algunos datos dados a conocer posteriormente demuestran que las cifras socioeconómicas alcanzadas por estos jóvenes estados, si bien mostraron crecimiento y estabilidad, no fueron suficientemente productivas y eficientes para compararse a los mismos índices existentes en las naciones capitalistas desarrolladas. Un handicap en esta problemática lo constituyó el inicio del retraso tecno-científico manifestado y no superado en algunas esferas básicas y de avanzada de la economía socialista, además de ciertos problemas de calidad y variedad en los productos elaborados y el querer consumir con la misma intensidad de los países capitalistas. Se repitió la misma lógica reproductiva del capital, ahora al servicio de la mayoría, aunque hubo problemas de corrupción en algunas esferas de dirigentes de alto nivel.

Asimismo, los graduales pasos en el desarrollo socioeconómico, político y militar del campo socialista fueron respaldados con una vigorosa política de coexistencia pacífica en la arena internacional. Las propuestas de desarme general y total, moratoria de las pruebas y ensayos nucleares, reducción de los armamentos y los ejércitos fueron iniciativas permanentes de estos Estados, encabezados por la Unión Soviética. Sin embargo, la carrera armamentista comenzó un auge inusitado con el consiguiente desgaste de los países del bloque socialista.

Igualmente, la política de coexistencia pacífica no negó la tradicional y militante ayuda solidaria para con los movimientos clasistas y nacional liberadores. Los principios del internacionalismo proletario y socialista se ejercieron en muchos casos a contrapelo de las posibilidades reales de la potencialidad económica y militar alcanzada. En los puntos clave de política exterior existió, en general, una posición común entre las naciones socialistas y el resto del movimiento revolucionario internacional, aunque con limitaciones ideológicas serias, provocadas por la pretendida hegemonía política de Moscú que se manifestaba en “zonas de influencias” privilegiadas -lo que el Occidente denominó, más tarde, como la “Doctrina Brezhnev”- por su geopolítica y por el viejo método que remarcaba que su experimento socialista debía ser el único y por tanto calcado mecánicamente por el resto de los pueblos y países que se encaminaran por esa vía de desarrollo socioeconómico y político. No obstante esas limitaciones, ello permitió una sustancial contribución a la reducción del espacio político de las fuerzas más agresivas del imperialismo, sin limitarlas totalmente, y fortaleció el rol de las fuerzas democráticas y progresistas en el orbe, aunque existieron políticas selectivas e intereses acerca de a quiénes ayudar y el monto de ese apoyo.

En el denominado movimiento obrero y revolucionario internacional, las centrales sindicales en los países de régimen capitalista conocieron de las divisiones internas provocadas por las tendencias oportunistas, reformistas, anticomunistas y antisoviéticas, y por algunos de los errores sectarios y políticas desacertadas aplicadas por los propios marxista-leninistas, con una clara tendencia pro-euroriental, aunque también por las influencias del denominado marxismo occidental -más rico en la teoría que en la práctica-, en sus países y en la arena internacional. La acentuación de la escisión ideológica y orgánica del movimiento obrero y sindical tuvo como importantes jalones la creación de la Internacional Socialista en 1951, y el dominio mayoritario de las tendencias de centro-izquierda y derecha en su seno. La fundación de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL), en el otoño de 1951, constituyó un duro golpe a las aspiraciones de la Federación Sindical Mundial (FSM) de reunir en una sola y unitaria organización a todos los trabajadores del planeta. Fueron creadas otras agrupaciones sindicales paralelas en las distintas regiones y países, por lo que se perdió la unidad organizativa y de acción del movimiento obrero internacional, regional y nacional.

La vieja disputa cultural, en su más amplia acepción que incluía la política y la ideológica, acerca de que la posición principista interna y, especialmente, la exterior del Estado, gobierno y el partido soviético no debía mezclarse y confundirse con la del movimiento comunista obrero y la de otras agrupaciones de izquierda -que ya venía manifestándose desde los congresos internacionales culturales de París (1935), Londres (1936) y el celebrado en la España de la Guerra Civil en 1937-, abrió un abismo ideopolítico muy bien aprovechado por la propaganda y las acciones diversionistas de la derecha burguesa y sus agencias de espionajes de los países capitalistas. Porque el conocimiento, paulatino, de los crímenes y abusos del estalinismo cometidos en la URSS -los tristemente famosos Procesos de Moscú-, y más allá de sus fronteras, contra otros destacamentos comunistas y adversarios “ideológicos”, aunque estuvieran en la esfera de las izquierdas -el asesinato de León Trotski en tierras mexicanas, ejecutado por agentes de la KGB, en 1942, por ejemplo-, fueron creando la visión de una revolución socialista que había torcido su rumbo democrático y humanista, abandonando los Soviets como forma real de gobierno, de una potencia emergente que estaba imponiendo su diseño de cómo llegar y construir el “nuevo” modo de producción al resto de los países socialistas, al movimiento comunista, obrero y al de liberación nacional, sin distinguir sus diversidades y singularidades ideopolíticas. Muchos se desencantaron y traicionaron al comunismo -algunos fueron justa o injustamente excomulgados-, marchando hacia un camino sin regreso, el de la conversión ideopolítica y se transformaron en una de las bases sociales de la ultraderecha conservadora en las naciones del capital. (2)

Estos son también los años en que comenzaron a manifestarse fenómenos negativos en el movimiento comunista internacional. En 1948 se produjo una aguda y estéril discusión entre el Buró de Información (C0MINFORN), organismo creado en 1947, (3) para la coordinación de acciones comunes de los partidos comunistas, luego de la disolución de la III Internacional (Internacional Comunista o KOMINTERN) en 1943, que había sido fundada por V. I. Lenin en 1919, y la Liga de los Comunistas de Yugoslavia que conllevó a una nueva división en el campo socialista y la expulsión de los comunistas yugoslavos del mismo. Otros sucesos acaecidos ese mismo año en Checoslovaquia, mostraron que las fuerzas de la reacción interna con el apoyo exterior no renunciaban a la revancha contra el socialismo. Asimismo, los acontecimientos de 1956 y 1957 en Hungría, país donde hubo de recurrirse a la intervención de fuerzas militares soviéticas con el objetivo de frenar los objetivos contrarrevolucionarios de algunas fuerzas internas, ratificó la tesis de que la lucha de clases aun en el interior de los países socialistas podían agudizarse. Pero las intromisiones en países considerados amigos y aliados, fueron estimados por mucha gente, como una flagrante violación del derecho internacional vigente. Numerosos observadores políticos y personas con sentido común vieron ese proceso como verdaderas agresiones contra modelos que distaban del implantado en la URSS, pero que se encaminaban por sus propias vías hacia el socialismo.

Y a todo este acontecer, estuvieron muy vinculados los errores y deficiencias cometidos en la construcción del socialismo en esos países que abrió espacios políticos a las acciones de los distintos grupos sociales y políticos que, en muchos casos, pasaron a la oposición abierta en contubernio con los planes de las agencias especiales capitalistas que contemplaban, no con los brazos cruzados, la posible erosión y destrucción de los regímenes socialistas desde dentro. Gran repercusión, positiva y negativa, adquirió la celebración del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) en 1956, en donde se realizó una valiente pero insuficiente crítica a los errores y deformaciones en la construcción de la sociedad socialista en la URSS. La revelación de algunas de las graves deficiencias del estalinismo en el PCUS y en la dirección estatal socialista del país tuvo una amplia resonancia en el movimiento revolucionario mundial -en el comunista en primer lugar- por cuanto el modelo soviético de construcción socialista servía de referente histórico para los otros partidos marxista-leninistas. La problemática se proyectó sobre las fuerzas revolucionarias en el mundo y se produjeron infinidad de polémicas que conllevaron, en algunos casos, a la frustración, a la división y a la búsqueda de caminos alternativos y originales en la edificación del socialismo, con un saldo indiscutible de desgajamientos y confrontaciones.

Ello provocó, junto a otras divergencias, que en ocasión de la Conferencia de los Partidos Comunistas y Obreros de 1957, y con mayor fuerza en la de 1960, celebradas ambas en Moscú, la dirección del Partido Comunista de China manifestara importantes puntos de vista diferentes con el PCUS acerca del análisis y soluciones de la complicada situación política internacional y del propio movimiento revolucionario. Las acusaciones de revisionistas de izquierda y de derecha, oportunistas, maoístas, trotskistas, renegados y falsificadores cayeron con igual peso sobre aquellos que hicieron todo lo realmente posible por mellar el filo revolucionario de la ideología marxista-leninista y, también golpearon a muchos de los que indagaron con creatividad en las esferas teórica y práctica y nunca fueron traidores a la causa clasista y de liberación nacional de los pueblos.

Notas bibliográficas y referencias:

1) Frances Stonor Saunders La CIA y la guerra fría cultural, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2003.

2) Eliades Acosta Matos El Apocalipsis según San George, Ediciones Abril, La Habana, 2005; Siglo XX: intelectuales militantes, Ediciones Abril, La Habana, 2007

3) El COMINFORN surge el 9 de septiembre de 1947, en Polonia, constituidos por nueve partidos comunistas -de la URSS, Bulgaria, Rumania, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Yugoslavia, Francia e Italia- y tuvo en un inicio una función de ser un órgano de consultas y coordinación de acciones. Se disolvió el 14 de abril de 1956.

*Dr. Orlando Cruz Capote, Investigador Auxiliar, Instituto de Filosofía, Cuba

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