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Cuba: coraje y valor

A propósito de la última propuesta del profesor de Binghamton, por Felipe de J. Pérez Cruz

El Socialismo del Siglo XXI y el fin del internacionalismo:

Recién el profesor James Petras nos ha regalado sus nuevas consideraciones sobre el socialismo en el Siglo XXI (1). Se trata de un artículo que motiva más de una pregunta; sin embargo, de todas resulta muy significativa la que pudiera interesarse con el profesor de la Universidad del Estado de Nueva York, en Binghamton, sobre la devaluación que manifiesta de la política exterior de solidaridad y el internacionalismo de los Estados socialistas en el Siglo XX.

El equilibrio entre la política interna y externa de un Estado, resulta un tema bien complejo y no siempre se resuelve, como lo intenta hacer el profesor de Binghamton, por métodos contables y racionalidades económicas. Pero no pretendo iniciar un debate sobre teoría y praxis de relaciones internacionales. Me interesa más el aspecto histórico y su ética política.

¿Internacionalismo versus alienación?

“Frecuentemente –afirma el profesor Petras- los gobiernos socialistas del siglo XX alienaron a sus trabajadores desviando grandes cantidades de ayuda a países extranjeros... Esta tesis que vincula al ejercicio del internacionalismo con la alienación resulta insostenible.

No hay página más hermosa de la historia contemporánea que la que escribieron las naciones -del socialismo que realmente existió-, y en particular la URSS, en apoyo solidario a otros pueblos: ¿Pueden los españoles republicanos, chinos, coreanos y vietnamitas… dejar de reconocer lo que significó la ayuda material soviética en momentos de cerco y guerra imperialista? ¿Quién soportó los mayores rigores de la agresión nazi, quien aportó el mayor caudal de víctimas, quien ganó para la liberación de Europa y del mundo, las más decisivas batallas? Los cubanos patriotas, lo aseguro, jamás olvidaremos el aporte mundial y la solidaridad concreta recibida del pueblo soviético.

¿Y esta práctica internacionalista de qué “alienaba” a los trabajadores soviéticos? ¿De “inversiones masivas en viviendas de calidad bien equipadas –nos asegura el profesor de Binghamton- , transporte público y de infraestructura, de ropas y zapatos”, de más gramos de mortadela y queso? ¿De “conciencia medioambiental”?!!!

Se trata ésta de una lectura sumamente sesgada de la problemática económica soviética: los factores de retraso, freno e involución del modelo soviético, están suficientemente estudiados en estos últimos años, en muy documentados estudios. Es consensual que las causas fundamentales de la derrota, están en la negación de los postulados humanistas y revolucionarios del socialismo, en los errores de dirección económica, donde el cerco, el sabotaje y la subversión imperialista no dejaron de tener una presencia notable.

Para el profesor Petras el socialismo es una construcción económica automática, sin antagonistas, una alternativa de hacer o no hacer, “diversificación económica” de “invertir más en industrias”. Pero no nos dice de dónde salen los fondos de inversión, el capital y la tecnología: ¿Qué era Rusia a principios del Siglo XX: país atrasado, feudalizado, sólo con algunos enclaves industriales en la región europea, una cárcel de pueblos ferozmente oprimidos, hambreados…? ¿Y qué de la invasión y destrucción del naciente Estado soviético, por los ejércitos de las potencias imperialistas y las fuerzas contrarrevolucionarias de la oligarquía zarista? ¿Y la catástrofe humana y material que le fue impuesta a la URSS durante la II Guerra Mundial?

El establecimiento de un nuevo tipo de Estado multinacional, que aspiraba a desarrollar la amistad entre los pueblos, constituyó un hito en la historia humana, independientemente de los cursos negativos por los que la concreción de tal ideal derivó. Si en algo avanzó la socialidad socialista en la sociedad soviética, en medio del trauma represivo nunca resuelto del estalinismo, si por un buen número de años crecieron los ideales sociomorales socialistas, y se pudieron mitigar, entre otras, las secuelas de los errores de la política de nacionalidades, fue precisamente por las inmensas tareas solidarias que se realizaron en nombre del socialismo, tanto dentro del multinacional Estado como en otras partes del mundo.

Al formarse el sistema mundial del socialismo, tras la victoria de la URSS y los pueblos contra el fascismo, se abrió la posibilidad del establecimiento de nuevas y progresivas relaciones de paz y colaboración mutuamente ventajosa entre los Estados. Las naciones oprimidas por el imperialismo encontraron desde entonces seguros aliados y el mundo colonial pudo finalmente sacudir sus cadenas y derrotar en muchas partes las políticas neocoloniales.

La política solidaria e internacionalista de la Unión Soviética y de los países socialistas, respondió a los imperativos de la lucha de clases a nivel internacional, fue expresión legítima de las necesidades de fortalecer los entornos del Estado socialista y su comunidad, y se constituyó en tal medida en un instrumento de seguridad nacional.

La solidaridad y el internacionalismo no resultaron incólumes –y ello es parte de la lógica de los acontecimientos- a las tendencias negativas y los errores de la política exterior soviética y al seguidismo acrítico de la mayoría de sus aliados. Quienes pretenden criticar unilateralmente esta situación, descontextualizan la realidad histórica de un Estado sometido a bloqueo económico y cerco militar constante. Olvidan que no fue Iósiv Stalin, sino Winston Churchil en su discurso de Fulton (Missouri) en 1946, quien llamó a la creación de la “Cortina de Hierro”, con la que se hizo público el inicio de la Guerra Fría y la confrontación Este-Oeste.

¿Qué nos propone hacer el profesor Petras?

“La primera prioridad del socialismo del siglo XXI –afirma el profesor Petras- es la solidaridad en casa”. El profesor de Binghamton al parecer olvida dónde está la “casa”…

Vivimos tiempos en que el capital se internacionaliza y concentra como nunca antes en la historia. La sociedad globalizada de la propuesta neoliberal, implica una nueva división de tareas, que profundiza la injusta división internacional del trabajo existente, y agudiza los mecanismos de marginalidad productiva y científico-tecnológica, explotación y subdesarrollo de nuestros pueblos.

La concentración corporativa global por compras y fusiones entre empresas en todo el mundo alcanzó una cifra récord al cierre de 2006, cercana a los cuatro billones de dólares estadounidenses. Esto significa que las empresas son cada vez menos pero cada vez más grandes, con mayor poder para imponer sus productos y pautas de consumo a nivel planetario, determinar condiciones laborales o desempleo y ejercer presiones de todo tipo sobre congresistas, gobiernos o instituciones internacionales para lograr las normas y legislaciones que consideren necesarias.

Con la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, las conferencias de Davos y las Cumbres del G-7, se perfecciona la coordinación de la explotación mundial, y se nos cierran muchos de los resquicios de negociación que le quedaban al Sur, como parte de las disputas inter imperialistas: a un obrero indio le imponen un salario de hambre bajo la amenaza de llevarse la fábrica para México; a su vez, al trabajador mexicano también lo extorsionan con el mismo expediente de mudar la maquila para la India… Mientras, la especialidad de la empresa moderna, la automatización y cibertrabajo, proletarizan a los más amplios contingentes de tecnólogos y profesionales.

El imperialismo mundial, liderado por los Estados Unidos, cada vez es más brutal, con sus flotas y ejércitos “multinacionales”, que desatan nuevas guerras de rapiña. Hasta son los mismos sujetos físicos los que hoy pueden estar asesinando en Irak y mañana en Afganistan. Y el torturador de la base yanqui en el territorio usurpado de Guantánamo, va en vuelo rápido, a asesorar en “interrogatorios” a sus émulos en Abu Ghraib o a alguna de las muy secretas cárceles situadas en cualquier “oscuro rincón del mundo”, incluida por supuesto la culta Europa, por donde vuelan con impunidad los secuestradores de la CIA y los servicios de inteligencia del Pentágono.

Niveles jamás alcanzados de pobreza material y espiritual para millones de seres humanos, exclusión y enajenación extremos, conforman el resultado inmediato de la internacionalización y concentración del capitalismo contemporáneo. Mientras, a mediano plazo se acerca la muerte del planeta, de la mano del irracional manejo del medio ambiente.

Frente a todo este panorama, el profesor de Binghamton insiste en que nos concentremos en la casa-país: ¿Y que las transnacionales sigan su festín de explotación en el resto del mundo? ¿Qué el hambre y el subdesarrollo flagele a otros? ¿Qué Estados Unidos continúe invadiendo matando, secuestrando y torturando?

¿Qué socialismo autosustentable podemos construir “dentro” del país, si nuestro mundo se caotiza por desastres naturales, si se envenena el aire, nos quemamos con los rayos ultravioletas, y diariamente mueren cientos de especies, que la naturaleza planetaria tardó millones de años en crear?

Una falsa propuesta

James Petras nos formula una falsa propuesta: El llamamiento de Carlos Marx: “Proletarios de todos los países, uníos!!, mantiene toda su vigencia. Solo la unidad en la lucha, la solidaridad y el internacionalismo de todos los pueblos y sujetos oprimidos, puede hacer frente al colosal sistema de retos planetarios, a la agudización de los peligros que asechan la vida humana, por la codicia y la irresponsabilidad de las transnacionales y los gobiernos imperialistas.

Los fundadores del marxismo no se equivocaron cuando consideraron que al carácter internacional del sistema de dominación, solo podía corresponder el carácter internacional de la lucha de los proletarios y pueblos oprimidos. Y este es sin dudas un legado fundamental del socialismo para todos los tiempos.

“Ninguna cuestión de importancia – afirmaba León Trotski en el 50 cumpleaños de Vladimir Ilich Lenin - puede encerrarse en un marco nacional. Amenazas visibles e invisibles solidarizan cada cuestión con docenas de fenómenos acontecidos en todos los extremos del mundo”.

El profesor Petras supedita el internacionalismo al nacionalismo, y pierde la esencia dialéctica de la cuestión: “El internacionalismo de Lenin –continúa Trotski- no es en manera alguna una forma de reconciliar verbalmente nacionalismo e internacionalismo, sino una forma de acción revolucionaria internacional”.

Para el profesor de Binghamton el internacionalismo es una construcción epistemológica, que somete a manipulación en su laboratorio de teoría reformista. Para los comunistas y luchadores consecuentes, el internacionalismo es una construcción desde y por la praxis revolucionaria: “El internacionalismo –afirmaba José Carlos Mariátegui- existe como ideal porque es la realidad nueva, la realidad naciente. No es un ideal arbitrario, no es un ideal absurdo de unos cuantos soñadores y de unos cuantos utopistas. Es aquel ideal que Hegel y Marx definen como la nueva y superior realidad histórica que, encerrada dentro de las vísceras de la realidad actual, pugna por actuarse y que, mientras no está actuada, mientras se va actuando, aparece como ideal frente a la realidad envejecida y decadente. Un gran ideal humano, una gran aspiración humana no brota del cerebro ni emerge de la imaginación de un hombre más o menos genial. Brota de la vida”.

Subsumido en un trasnochado socialchovinismo, el profesor James Petras no puede abrirse a la claridad del pensamiento de Trotski, Lenin o Mariátegui. Desprecia, porque no entiende –o no quiere entender-, la necesidad –la historicidad- de brindar y recibir, solidaridad, de forjar internacionalismo militante. Entonces, lo más fácil es decir, que el internacionalismo es una problemática secundaria u obsoleta.

¿Cómo construir un Socialismo en el Siglo XXI, reduciendo la solidaridad antimperialista, la colaboración y el internacionalismo socialista? Este es uno de los varios caminos seguros, para que no exista socialismo en el Siglo XXI.

Sin poder desembarazarse del mecanicismo y el pragmatismo de la filosofía y la economía política, que predomina y se enseña en la mayoría de las universidades estadounidenses, James Petras resuelve el internacionalismo con un simple ejercicio contable y lo encadena al costo económico.

La construcción del proyecto socialista, su ingeniería social y política, precisan cada vez más de racionalidad económica, pero jamás tal racionalidad podrá erigirse en un dictado sobre el curso de las fundamentales batallas de clase, sobre los imperativos de la propia lucha revolucionaria. La historia y la ética política una y otra vez nos dan respuestas precisas: ¿Tenía la URSS en pleno despliegue industrial de los años treinta, que medir costos para acudir a apoyar a la República Española? ¿O le era más importante resarciese de las profundas heridas de la guerra, antes de acudir a apoyar –a salvar- la Revolución China?

¿Podemos hoy abandonar a Bolivia en su desigual combate contra el imperio…por razones de costo económico, por preservar los recursos para inversiones nacionales, por comer, vestirnos y calzar mejor? ¿Es muy difícil comprender que en la batalla boliviana, está también comprometida nuestra suerte, la posibilidad del avance del socialismo o su freno: la suerte de cada uno de los pueblos de América?

 ¿Podrán entender algún día el profesor James Petras y sus émulos de la “racional” academia occidental, que el socialismo es y será por siempre creación heroica?


(1) Ver: James Petras: Reflexiones sobre el socialismo en el siglo XXI, Rebelión, 15-09-2008:

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