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Cuba: coraje y valor

La Revolución Cubana y las propuestas de los posibles cambios en su sistema socialista (I parte)

La Revolución Cubana y las propuestas de los posibles cambios en su sistema socialista: una mirada crítica para el Siglo XXI, por Orlando Cruz Capote (I parte)

Han transcurrido solo unas semanas en que manifesté mi desacuerdo con el artículo de James Petras, “Ocho tesis erróneas de Fidel Castro. Fidel Castro y las FARC”, en un trabajo que titulé con celeridad “Los principios éticos de una polémica desde la izquierda”, y ahora preciso realizar otras aclaraciones, percepciones e interpretaciones que omití en mi comentario crítico, pero que no solo estarán en contradicción y discrepancia con el sociólogo “izquierdista” norteamericano, sino con varios autores desde las izquierdas o dentro de las izquierdas y otros que no necesito encasillarlos en una corriente de pensamiento precisa, pero que no son precisamente de izquierdas, pero que no los excluyo por consideraciones “higienizantes”, sino por las posiciones que asumen no solo con Cuba, sino con otros procesos revolucionarios.

Se trata de que, en los últimos tiempos, la Revolución Cubana en los umbrales de sus 50 años de victorias, éxitos indiscutibles, errores inevitables y otros que pudieron sortearse, se ha convertido en una moda light para muchos escritores que escriben con apreciaciones muy diferentes a la de los años de las décadas del 60 al 80 del Siglo XX. Y no se trata de que sean solidarios a ultranza con Cuba y su Revolución y, mucho menos, que todas sus ideas y realizaciones las aprueben como muchos de ellos y otros hicieron con la Unión Soviética y su partido comunista. Pero, en estos instantes, sobresalen los argumentos emitidos en su contra, otros con no muy disimulados criterios discrepantes y hasta los hay extremadamente criticistas. También existen quienes han llegado a la aberración de afirmar que Cuba Socialista ya no está a la altura de los tiempos (post)-modernos y necesita de otra Revolución en la propia Revolución. Nos ubican sin ambages y subterfugios en el museo de la historia, como algo viejo o anticuado.

Lo más extraño de esta cascada informativa e interpretativa es que la Revolución Cubana, inmersa en un proceso de resistencia-desarrollo luego de la caída del Muro de Berlín, está siendo objeto de hipercriticismos irresponsables e inmaduros, por parte de algunos políticos y académicos en el exterior y, hasta en el interior del país, que lo han estado realizando desde las filas revolucionarias-algunos así lo afirman-, aunque también por algunos escritores no tan capacitados ideopolíticamente y, mucho menos, en las disciplinas históricas y politológicas, filosóficas y sociológicas, antropológicas y etnológicas, psicológicas-sociales y culturales, o sea que lo han realizado desde el propio sentido común del individuo y/o del colectivo en que se agrupan. Las opiniones que se vierten, que no siempre son falsas totalmente, han sido en el exterior, predominantemente, muy opináticas y simplistas-perdonando la posible redundancia-pero, los análisis científicos sopesados, maduros y profundos, lamentablemente, han sido muy pocos.

Esa avalancha de críticas, muchas de ellas ajustadas a una realidad cubana que continúa transitando por un Período Especial en Tiempos de Paz (anunciado por el compañero Fidel Castro, el 28 de septiembre de 1990), que ha significado una verdadera etapa de crisis económica con el admitido recrudecimiento de desigualdades e inequidades en el plano social, que estaban reducidas anterior a esa etapa mínimamente, y que no conllevó a una inestabilidad e ingobernabilidad política, no son nada novedosas para los cubanos que trabajamos y vivimos en la Isla. Esta fase de supervivencia, en vías de mejoramiento porque no ha culminado, ha sido recepcionada y asimilada por la inmensa mayoría de la sociedad, aunque con algunas pérdidas en el consenso popular y numerosos conflictos de valores. No obstante, solo el espíritu de sacrificio, el heroísmo cotidiano y trascendental, el auténtico patriotismo-antiimperialista, latinoamericanista y las convicciones internacionalistas-humanistas del pueblo cubano han permitido que el famoso “efecto dominó” y la anunciada “hora final de Castro” nunca se hayan cumplido, a pesar de los bruscos cambios mundiales acaecidos desde la desaparición del socialismo este-europeo y la Unión Soviética.

Tales planteamientos críticos acerca de esa realidad que los cubanos conocemos mejor que nadie, no son nada originales y desconocidos en el escenario nacional, ni para la dirección política, los cientistas sociales, los científicos y técnicos de las ciencias puras y aplicadas, los profesionales varios, los obreros y los campesinos, los estudiantes, las amas de casa y ni siquiera para el ciudadano común, comprometido en la defensa de su Revolución. Todos en esta Isla Rebelde podrían confeccionar varios decálogos de infortunios, premoniciones de situaciones similares a un desastre, variadas pérdidas o disminuciones de logros, precariedades de todo tipo, inconformidades, desilusiones y desencantos, etc., sufridos estoicamente para defender las conquistas del socialismo, la independencia y soberanía nacionales y la propia existencia de la Nación y la nacionalidad cubanas. Y, al unísono, esos mismos cubanos podrían elaborar una larga lista de medidas racionales y humanas que la Revolución tomó para salvaguardar la educación, la salud, la seguridad y asistencia social, los abastecimientos alimentarios indispensables, asegurar la defensa de la nación, disminuir las tasas de mortalidad infantil y materna, cuidar a la población en casos de desastres naturales-como sequías y ciclones-, tratar de evitar la entrada al país de drogas y estupefacientes, la lucha por no imponer regulaciones económicas de choque al estilo neoliberal que dejaran desempleados y sin sueldos a miles de cubanos cuando su fábricas no pudieron continuar funcionando por las insuficiencias (en realidad ausencias) en el suministro del combustible, la energía y los necesarios insumos, mantener una serie de gratuitidades y precios subsidiados por el Estado, entre otros. Y todo ello en medio de un aumento de la hostilidad de los círculos de poder de Washington que aprobaron la Ley Torricelli y la Helms-Burton, en 1992 y 1996, respectivamente, así como el “Plan de Transición Democrática para Cuba” (Plan Bush para Cuba)”, aprobado en el 2004.

Lo más curioso es que las críticas elaboradas desde latitudes y condiciones diferentes a la que vive Cuba, parecen revestirse y convertirse en auténticos consejos, sugerencias y hasta indicaciones de lo que debe hacer la dirección de la Revolución, el Partido Comunista y el Poder Popular, para salvar al socialismo cubano. Son tan infinitas las recetas y fórmulas que nos brindan gratuitamente que parecieran abrumarnos y, realmente, no nos ayudan a escoger o seleccionar una sola de ellas ni tampoco pretender abarcarlas y cumplirlas todas porque, además, no somos muy adeptos a que nos den “órdenes” y nos “dicten normativas”, aunque sean sutiles y útiles para leerlas en el utópico panorama de un desierto. Un sólo ejemplo, muy temprano en la historia revolucionaria de Cuba, sería suficiente para conocer y comprender a los comunistas y patriotas cubanos: en una álgida reunión del primer partido marxista-leninista de la Isla, en diciembre de 1933, Rubén Martínez Villena, dirigente del mismo, ante las críticas agudas e hirientes de los representantes de la Internacional Comunista (III Internacional o KOMINTERN) a su persona y otros camaradas del Comité Central, por no haber acatado las directrices de esa organización comunista mundial de cumplir con la creación urgente de los Soviets de Obreros y Campesinos, éste contestó, en pleno desacuerdo con ese dictak tan ajeno a la situación sociopolítica concreta de la Isla, de manera tajante que “No todo se puede dirigir desde Moscú”.

Pero recordemos que, en la década de los 90, arribaron a La Habana, distintas personalidades y figuras, personajes y personajillos incluidos, de variado espectro ideopolítico que traían consigo paquetes de programas con reformas -y hasta contrarreformas- de todo tipo. Ahora me acuerdo de Solchaga, economista del gobierno de Felipe González, del entonces casi desaliñado Partido Obrero Socialista Español (PSOE) que perdió las elecciones frente al Partido Popular (PP), ultraconservador, por los escándalos de corrupción, la incapacidad de llegar a acuerdos con las autonomías vascas y catalanas, su enfrentamiento con la organización nacionalista ETA, y la utilización de grupos paramilitares, los tristemente célebres GAL, quienes asesinaron a los etarras en cualquier lugar de España, Francia y otros países. Pero todos los visitantes fueron recibidos y escuchados atenta y respetuosamente, aunque no se compartieran muchas de sus propuestas, algunas de ellas de corte neoliberal y liberal, otras que contenían muchas similitudes con la Perestroika soviética y, también, las habían muy originales desde el ángulo marxista y socialista. La gran dificultad de casi todas es que no podían situarse en el escenario nacional, regional e internacional de Cuba, ni podían ubicarse en una Isla construyendo un socialismo original -con virtudes y defectos- a solo 90 millas de los EE.UU. y, mucho menos, valorar estratégicamente que un error en Cuba podría convertirse en un error para Latinoamérica y el Caribe, el Tercer Mundo y hasta para las periferias pobres y explotadas del Norte rico y desarrollado.

Algunos de buena fe y otros no tan ingenuamente, se preocuparon de que el pueblo cubano no se constituyera en un nuevo Sagunto y Numancia, concepción tremendista que solo aceptaríamos si no quedara un solo cubano vivo, aferrados a las ideas de defender la Patria, la Revolución, el Socialismo y la Vida hasta las últimas consecuencias, en caso de agresión y ocupación de la Isla por fuerzas extranjeras. Y no es que desestimemos por tozudez y terquedad tales ofrecimientos, que nos neguemos al debate de principios, a la crítica constructiva, al diálogo y podamos analizar algunas de tales propuestas, pero habría que recordar que la Revolución Cubana es auténtica y autóctona, singular y creativa, que nunca subestimó las experiencias y las enseñanzas de la historia de otros países y procesos revolucionarios y socialistas, ni olvidó que, en instantes muy precisos de su corta hazaña revolucionaria, realizó copismos y mimetismos de un “socialismo real”, paradigmático para muchos, que se derrumbó estrepitosamente y que no fue lo más ejemplar para la construcción socialista en el plano nacional e internacional.

En los duros y difíciles años de los 90, y hasta la actualidad, la Revolución también adoptó medidas muy riesgosas: la circulación del dólar junto a la moneda nacional y, luego, el peso cubano convertible (cuc); abrió su economía, no en los sectores estratégicos pero sí, ampliamente, en otras ramas económicas, a las inversiones de capital extranjero, buscó tecnología de punta o de avanzada científica y tecnológica con socios capitalistas y encontró mercados con aliados del sistema antagónico; reevaluó su sistema de propiedad, que siempre había sido variado, o sea, estatal, cooperativista y privado (en la agricultura fundamentalmente), y lo relanzó a empresas mixtas con capital extranjero y del Estado cubano, con predominio de este último, pero también de empresas capitalistas foráneas que tenían y tienen un por ciento mayor en las inversiones y, las hay, que son empresas extranjeras al 100 %, se autorizaron Joint Ventures, principalmente, en la búsqueda y la explotación del petróleo; asimismo, reabrió la oportunidad al surgimiento de pequeños negocios de servicios a “cuentapropistas” -privados- con la sola condición que no explotaran mano de obra que no fueran de sus familiares; consolidó un mercado agropecuario campesino -estatal, cooperativista y privado- en que las leyes que lo rigen, a pesar de los esfuerzos de regulación, control y restricción que realiza el Estado socialista, son las de la oferta y la demanda y, autorizó que pagaran, en el caso de algunas cooperativas y granjas estatales, mano de obra asalariada; ha dado en usufructo privado tierras a particulares, con la única condición de que las hagan productivas; brindó oportunidades para construir viviendas con el esfuerzo propio de los ciudadanos, aunque el Estado subsidia los insumos más perentorios; admitió el envío de remesas del exterior y las visitas de la comunidad cubana en el extranjero; se aceptó el arribo al país de donaciones solidarias que el gobierno revolucionario se comprometía a distribuirla a los sectores más necesitados; se permitió a algunas ONGs que aportaran sus finanzas y experiencias en el desarrollo local fundamentalmente; se experimentó el funcionamiento de zonas francas con pagos ínfimos o exentos de aranceles para el comercio y la industria; se vigorizó la industria del turismo-la denominada “industria sin humo”-, pero que ha tenido consecuencias no plenamente positivas, porque han entrado al país turistas con drogas, otros con el objetivo solapado de realizar subversión, labores de espionaje y actos terroristas, además de algunas afectaciones al ecosistema y la biodiversidad de las zonas seleccionadas para su desarrollo, así como otros que se prestaron para un turismo sucio al introducir prácticas de pornografía, pedofilia, pederastia, prostitución, etc.

O sea que, el Gobierno Revolucionario Cubano, bajo la rectoría de su Partido Comunista, hizo algunas aquiescencias muy peligrosas para lograr la supervivencia del país y sus población, pero sin realizar concesiones de principios. Y a pesar de ello, y contra estas medidas, también surgieron críticas desde o dentro de la izquierda. No decimos de las elites de poder reaccionarias de Washington, porque las mismas siempre han tenido una “agenda deslizante” para con la Revolución Cubana. Como nada les satisface, siempre piden más y más, con el fin de lograr el roll back del socialismo cubano, sin eliminar el bloqueo, que ellos llaman eufemísticamente el embargo. Esa fue y sigue siendo la realidad de todos estos años.

La discusión acerca del socialismo en Cuba tiene que ser entre los cubanos de la Isla.

El actual Presidente del Consejo de Estado y de Ministros, el General de Ejército Raúl Castro Ruz, emitió su apreciación de aquella situación sumamente difícil y compleja, en una entrevista concedida a una periodista del diario Juventud Rebelde, en el año 2001, “[...] El pueblo de ahora no es el pueblo del año 1989, ni del 90 o el 94. Entonces el espectáculo era complicado en muchos sentidos, por el estado que tenía la economía del país, por la caída de una tercera parte del Producto Interno Bruto, porque cientos de fábricas y centro de trabajo tuvieron que cerrarse [...] Recuerda que fue la época en que hubo 80 mil asambleas de los trabajadores, sin contar las que tuvieron los jóvenes, los estudiantes, para explicar la situación que estaba en desarrollo y como enfrentarla. En 1994 año muy difícil, recorrí todo el país con varios dirigentes, por instrucciones de Fidel, y llevamos a cabo aquellas reuniones territoriales del Partido. La situación era tétrica. Los ánimos estaban realmente caídos. Pero ahora las situaciones son diferentes [...] Había firmeza, hasta llegó a haber en algunos resignación ante la posibilidad de que la Revolución muriera, pero nunca primó el espíritu de la traición [...] Acuérdate del 26 de julio de 1994 en que planteamos lo de “Sí se puede”. Empezamos a probar que sí se podía, nos propusimos cambiar el estado de cosas. Pero era lógico que no fuera fácil. Siempre que hay dificultades como las que tuvimos entonces, se producen claros, vacíos en las filas”.

Entonces, junto a la audacia que deben tener todos los verdaderos revolucionarios hay que ser cautelosos y concienzudos ante nuestra realidad sociohistórica concreta y más aún con respecto a las invitaciones sinceras y otras que no lo son, que se nos proponen. Aunque Fidel Castro haya expresado y reconocido, con realismo político, que no sabíamos y sabemos poco de cómo construir el socialismo, resulta ser una verdad de Perogrullo nada vanidosa, que somos los que más sabemos, modestamente, de cómo transitar por el mismo en América Latina y el Caribe. Es una experiencia que no debe repetirse, ni un modelo a calcar, pero sí se pueden extraer lecciones y enseñanzas de la misma.

En el discurso del año pasado, 2007, el propio compañero Raúl Castro, quien es también el Segundo Secretario del Partido Comunista de Cuba, manifestó de forma sincera, honesta y pública una valoración crítica de algunos de los problemas de la Cuba de la contemporaneidad. Muchos de sus argumentos fueron enriquecidos en discusiones populares en los sindicatos-la Central de Trabajadores de Cuba (CTC)-, en los barrios por los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM), la Federación Estudiantilla Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), la Unión Nacionalla Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), los propios militantes de base del Partido Comunista de Cuba (PCC) y, hasta los pioneros de la Isla. Aún más, algunas instituciones y ONGs que conforman la sociedad civil cubana, como la Jerarquía de la Iglesia Católica, el Consejo de Iglesias Evangélicas y Protestantes, Logias Masónicas y diversas asociaciones de diferente perfil, etc., discutieron e hicieron conocer sus ideas en reuniones oficiales y sus publicaciones. Hubo, para qué ocultarlo, hasta “cónclaves” informales, porque ya se sabe que los cubanos somos muy dados a compartir, ser ampliamente comunicativos y hablar de política constantemente como si comentáramos del béisbol, nuestro gran deporte nacional, y en esas colectividades se opinaron y se continúan emitiendo ideas acerca de lo que tenía que ser cambiado, reformado y hasta eliminado. Un ejemplo demostrativo de que existe libertad de reunión y de expresión, incluso para opinar sobre cualquier hecho y proceso cotidiano o trascendental, sin ser objetos de persecución y represión y, menos, para convertir a esas personas en “presos de conciencia”, porque son “periodistas y bibliotecarios independientes” (que tienen libros como “Mi Lucha”, “Manuales de Subversión”, libros contra la Revolución Cubana, o sea, nada de enriquecimiento cultural), que solo exponen sus criterios contestarios y/o disidentes de forma pública y no realizan ningún acto contrarrevolucionario lesivo a la seguridad del país. Estos son los que las agencias de prensa acreditadas en Cuba y en el exterior denominan como tales, mostrándolos como perseguidos políticos y torturados por el régimen comunista. Universitaria (FEU), de Artistas y Escritores de Cuba (UNEAC),

La contrarrevolución interna en Cuba: mercenarios pagados por el imperialismo norteamericano.

Tamañas mentiras son fáciles de descubrir y verificar, porque los únicos presos que hay en Cuba son los que atentan contra la seguridad del país, su soberanía e independencia nacional, y están al servicio de una potencia extranjera y/o son reclusos por delitos comunes, aunque a ninguno se les tortura. Entre los individuos que conforman estas variadas y para nada unidas mini-agrupaciones contrarrevolucionarias hay quienes han sido “dobles agentes” por cuenta propia, como el “Camaján” Elizardo Sánchez Santacruz, que fue hasta condecorado por el Ministerio del Interior Cubano y, luego, dijo que ese video filmado era un burdo montaje; Vladimiro Roca habló por la mal denominada “Radio Martí” -radicada en los EE.UU., contraviniendo las normas de las telecomunicaciones mundiales-, desde La Habana, llamando a la subversión y la desobediencia civil, sabiendo que con esa acción transgredía las leyes, pues se ponía al servicio de un potencia hostil y sin relaciones con Cuba; Marta Beatriz Roque y otros discuten fuertemente, llegando a las diatribas más obscenas, acerca de los auto-robos del dinero que les otorgan las agencias-fundaciones del gobierno yanqui, y hasta de las organizaciones terroristas, que lo reciben personalmente de la mano y en la residencia del propio Jefe de la Sección de Intereses de los EE.UU. en Cuba, quien, además, los deja utilizar los salones de reuniones y las comunicaciones de esta sede diplomática, violando las normas internacionales establecidas para una embajada; Oswaldo Payá y la máxima dirigente de “Las Damas de Blanco” recibieron el Premio Internacional “Zhajarov”, distinción que se le confiere a los activistas políticos por la libertad y la democracia, por fundaciones conservadoras (auto-nombradas democráticas) internacionales, a pesar de sus acciones en contra la legalidad socialista; Eloy Gutiérrez Menoyo, dirigente contrarrevolucionario muy activo en la década del 60, detenido y fugado de la prisión en Cuba, posteriormente fundador de la organización Cambio Cubano, en los EE.UU., solicitó vivir sus últimos años en la Isla, y el gobierno revolucionario accedió a esa petición y está habitando, actualmente, en el populoso barrio habanero del Vedado, etc. Ninguno de ellos están encarcelados en las “tenebrosas” prisiones cubanas.

Incluso, aunque el país no ha eliminado la pena de muerte de su Código Penal, desde finales del año 2003 y principios del 2004, no se ha ejecutado a ningún criminal y terrorista. Por ejemplo, salvadoreños, guatemaltecos y otros terroristas de origen centroamericano están presos, no obstante, el haber puesto bombas en instalaciones turísticas, cabarets, clubes y restaurantes. En uno de tales atentados murió el joven italiano Fabio Di Zelmo, en 1997, pero ninguno ha sido ejecutado. Muchos de los detenidos cuando salen de las prisiones, algunas veces, sin cumplir sus condenas completamente, están rozagantes y dispuestos, en la primera oportunidad que se les presenta en el “exilio” miamense y madrileño, fundamentalmente, a hablar delirantemente acerca de los “terribles” tratamientos recibidos, del hambre a que fueron sometidos y de la ausencia de servicios médicos en las penitenciarías cubanas.

Dos casos muy conocidos son válidos para ejemplificar lo que explicamos: Hubert Matos, el comandante traidor del primer año de la Revolución (octubre de 1959), salió de la cárcel al cumplir casi sus 30 años de condena y fue inmediatamente admitido en La Florida, y allí continuó su actividad contrarrevolucionaria con un ímpetu y vigor que asombró a sus correligionarios que pensaron que estaba física y mentalmente destruido -aunque dicen que perdió la visión, enfermedad que no podemos confirmar-; el segundo, Armando Valladares, el “escritor inválido” y desvalido, extraído de la prisión mucho antes de consumar su sentencia por una petición del gobierno francés, tuvo que irse caminando desde su silla de ruedas hasta el avión, en el aeropuerto internacional “José Martí”, ante el pasmo de los camarógrafos y reporteros extranjeros, porque la Revolución solo le puso como condición de que podía marcharse si caminaba por sus propios pies. Después, el falso poeta y escritor, terrorista y asesino, -luego se supo que el contrarrevolucionario Carlos Alberto Montaner le había contratado una persona, o él mismo, para que le escribiera los poemas y textos- fue miembro oficial de la diplomacia norteamericana en las farsas montadas contra Cuba, en la bochornosa Comisión de Derechos Humanos de Ginebra, Suiza. El hombre se presentó bien vestido, erguido y arrogante-la seguridad cubana le hizo llegar al presidente francés los videos de este mentiroso haciendo ejercicios en el baño de la prisión-y, sin saber casi hablar inglés, acusó al gobierno cubano de violar los derechos humanos, ante los atónitos ojos de los diplomáticos allí presentes y el disgusto evidente de la propia delegación yanqui que tuvo que soportar la ignominia y la humillación de que este individuo, antiguo testaferro del dictador Batista, ocupara el estrado que ellos, especialistas en la materia, tenían merecido por su profesión.

También se han celebrado, desde los años 80 de la pasada centuria, encuentros entre el gobierno revolucionario y la emigración cubana en el exterior, radicada en cualquier país del mundo, solamente quedando fuera de los mismos los activistas contrarrevolucionarios reconocidos. Los intercambios son fructíferos, sin llegar a un consenso en todos los puntos de la agenda de discusión y, en otros, sí se arriban a acuerdos de importancia para ambas partes. Hay algunos que han madurado y rectificado su posición errónea de los años iniciales del proceso revolucionario y, por su solidaridad y actitud, se les ha otorgado la ciudadanía o la residencia permanente en Cuba. Pero en estos cónclaves se polemiza, se abren nuevas perspectivas de discusión sobre diferentes tópicos y se conversa, a veces acaloradamente, sobre la agilidad de los permisos de entrada, el costo de las visas, las posibilidades del reencuentro familiar, la probabilidad de invertir capitales en la Isla, etc. Muchos de estos emigrantes que continúan sintiéndose cubanos aunque estén algo desarraigados de su tierra natal, escriben distintas obras literarias en las que está presente la realidad cubana pasada y las más reciente, y estos textos han sido publicados en Cuba.

Sin embargo, hay algunos que se marcharon y/o desertaron tardíamente y, utilizando los medios alternativos de la propia izquierda, escriben sus artículos en sus respectivos blogs, casi diarios o semanales, en los cuales destilan un odio enfermizo contra la Revolución y el Comandante en Jefe, critican todo lo que se hace o no se hace en la Isla, desde el ángulo del intelectual inconforme, quizás por alguna medida tomada en su contra, pero muy lejos de poseer una posición comprometida con su patria y el socialismo que, además, dicen y juran defender. No obstante, también vienen a La Habana, bajo el manto de visas turísticas y se hospedan en hoteles caros donde reciben a sus amigos y reparten dinero, no se sabe de qué procedencia, y luego se marchan tranquilamente por las terminales aéreas cubanas hacia los países en los cuales viven y trabajan actualmente. Y nadie los persiguen, los atropellan, nadie los amenazan y tienen una estancia sin problemas con las autoridades cubanas.

O sea que existe una larga historia de tolerancia, aunque también de coherencia política con la contrarrevolución cubana que, entre los años 1960 y 1967 o 1967, llegaron a tener en la Isla alrededor de 3 mil alzados y 300 organizaciones actuando en las ciudades y campos cubanos. No vayamos a pensar que no nos defendimos, sin embargo, los asesinos, torturadores y antiguos testaferros del régimen de Batista que huyeron el mismo primero de enero de 1959, y en los días y meses subsiguientes, hacia los EE.UU., nunca fueron motivo de “venganza revolucionaria” en territorio norteamericano y, algunos siguen viviendo como ancianos sin pasarles absolutamente nada. Eso si es una ética revolucionaria.

Las discusiones internas, sobre la base de los principios revolucionarios y socialistas.

Los planteamientos del máximo dirigente del Estado cubano Raúl Castro, fueron sometidos a un referendo masivo popular, dentro de la sociedad civil y la sociedad política cubana, promoviéndose que se aportaran activamente nuevos criterios, valoraciones e interpretaciones, y también posibles soluciones, para cooperar en resolver lo que funcionaba mal, lo que no era eficiente, acerca de los errores cometidos y que aún subsistían, relativo a las prohibiciones innecesarias, contra los desarreglos provocados por la burocracia y el burocratismo, sobre algunos dirigentes de diferentes niveles que no estaban cumpliendo cabalmente con sus funciones y no tenían suficiente prestigio y autoridad ante el pueblo por su falta de ejemplaridad, ante la indolencia, la desidia, la corrupción, las indisciplinas sociales y la deshonestidad en el seno de una sociedad que está tratando de construir el socialismo a solo 90 millas del imperialismo más poderoso de la tierra, en medio de un proceso globalizador capitalista transnacional neoliberal, hegemónico y unilateral, en el cual los Estados Unidos de América desempeñan su rol como líder indiscutible en el terreno económico, comercial, financiero, político-militar y diplomático.

Todas esas aportaciones populares fueron elevadas a las máximas instancias del Partido, el Estado, el gobierno y los poderes populares. Nada se cambió de lo que se expresó libremente (no se tomó el nombre a nadie, las actas sólo recogieron los planteamientos), nadie ocultó un criterio aunque este fuera opuesto al socialismo que construimos; todos fueron partícipes y protagonistas de la democracia socialista, que aunque aún no es perfecta-y el día que creamos que lo es, estaríamos autocomplacientemente detenidos y al borde del suicidio-, todos hicieron un ejercicio real de poder, que no se le otorga al pueblo sino que este lo posee, aunque no conozca en ocasiones cómo utilizarlo con eficacia porque hay elementos mediatizadores-burocráticos que entorpecen y nublan esa posibilidad auténtica dentro del socialismo cubano. Todo ese proceso de debate fue una verdadera muestra de la democracia popular participativa directa y representativa, en el sentido que participan todos los grupos y sectores, estratos y estamentos de la sociedad, que practica el pueblo en las más difíciles condiciones internas y externas.

Pero las solicitudes, desde adentro y desde afuera, para que nos apuremos o actuemos con prisa en el proceso de rectificación de los errores, deficiencias e insuficiencias también ha sido muy numeroso, desde el campo de los amigos y camaradas de lucha, los simpatizantes y hasta de los oportunistas de toda tendencia. La rapidez y los ritmos acelerados que nos proponen es como si pareciese que estamos compitiendo en un juego de azar o en un deporte, donde a veces ganar o perder solo significa una oportunidad que puede recuperarse en la próxima competencia. No se advierte que esta es una Revolución, forjada durante siglos de lucha por la liberación nacional contra el colonialismo español primero, y el neocolonialismo yanqui después, de un proceso de justicia social que tuvo que enfrentar la ignominiosa esclavitud y, más tarde, la despiadada explotación del obrero asalariado, y que continúa su combate contra el Sistema de Dominación Múltiple del Capital, que es eurocéntrico y norteamericanizador, patriarcal y homofóbico, racista y discriminador, paternalista, explotador y opresivo, enajenante / alienante, marginante y excluyente, que no solo abarca la economía, el comercio y la política, lo societal y las finanzas, sino también a la informática y a las industrias culturales que, muchas veces, imponen gustos y deseos de dudoso valor estético, realidades virtuales en que la seudo-cultura predomina y que inunda la vida cotidiana con entretenimientos banales y violentos, reproduciendo ese modo capitalista de producción en las mentes de todos, con la idea suprema de que dejemos de pensar con cabeza propia y miremos las vitrinas inatrapables del “American Dreams”.

No se percibe ni se interpreta que una Revolución que ha sido y es, ante todo, un ejemplo moral para los pueblos explotados y oprimidos, no puede perderse en una carrera vertiginosa porque sería muy vergonzoso para los cubanos y para aquellos que nos admiran y nos quieren, además de convertirse en una victoria muy esperada por el imperialismo norteamericano que ya no quiere solamente derrotarla, sino humillara poniéndola de rodillas.

En la historia de la humanidad, cincuenta años de proceso transformativo es muy poco-no llega a la vida de un ser humano, en Cuba ese promedio anda por los 76 o 77 años-, para superar más de 600 años de mentalidad colonizada y discriminatoria, culturalmente bombardeada por años de ignorancia y educación burguesa y, sometida además, a una incesante guerra sucia, abierta y encubierta, propagandística radial y televisiva, de Fax, Internet y Correos Electrónicos que nos llegan a través de los EE.UU. y otras metrópolis imperiales y, además, por la actividad interna de los grupúsculos contrarrevolucionarios, mercenarios pagados por la potencia más hostil a la nación y al socialismo cubano. Y porque, además, estamos en una relación de interdependencia muy fuerte y necesaria con ese mundo capitalista que nos rodea y que no podemos obviar.

Pero tales críticas, recomendaciones y, a veces, elaboraciones muy parecidas a catecismos cerrados y absolutos, aunque nombrados anti-dogmas, no son del todo acertados, mucho menos, cuando surgen en las mismas aseveraciones evaluativas del proceso revolucionario, elementos contentivos de una sola parte de la verdad y otras que no son ciertas, estando muchos de estas conclusiones distorsionadas y manipuladas, aunque sea por el desconocimiento parcial y total, inconsciente, de nuestra realidad.

Algunos, superficialmente, nos comparan con el socialismo este-europeo y el soviético porque, es cierto que calcamos algunas estructuras económicas e ideopolíticas, estudiamos el marxismo, esencialmente, por los manuales que se publicaban en esas latitudes, aunque lo hemos superado con una apresuramiento producto de un gran esfuerzo intelectual, etc., sin embargo, no realizan un estudio comparativo en que las analogías sean capaces de distinguir las diferencias, y las disímiles concepciones teóricas y prácticas se aprecien no como idénticas, sino como desemejantes. Y entonces esa comparación, lejos de recepcionar las particularidades, solo perciben los rasgos generales y equivalentes, haciendo olvidar las singularidades creativas del proceso revolucionario cubano que son muchas. No por gusto se nos ha considerado como unos herejes dentro del movimiento comunista mundial-cuando este existía-y, en muchas ocasiones, los anarquistas, trotskistas y maoístas nos aprecian y admiran por ser iguales que ellos. En fin, que no escapamos de esa percepción variada en que todo depende del prisma desde el cual nos observan y analizan. Pero nos sentimos más seguros cuando nuestras acciones y reflexiones son rechazadas de plano por el imperialismo norteamericano y sus acólitos, porque entonces no nos confunden y engañan, ni los aplausos ni las críticas agudas e innecesarias, de unos y otros.

Una Revolución es una ciencia profunda, difícil y complicada, como escribió Vladimir I. Lenin, o una causa grande y pavorosa y no un juego para diletantes ni una aventura romántica, como advirtió Antonio Gramsci. Por lo tanto, estas propuestas son muy peligrosas si se valora únicamente el escenario nacional, y no el regional y el internacional en el cual, todos de conjunto, forman una madeja muy complicada y compleja para que decidamos, en “un abrir y cerrar de ojos”, cambiar estructuras estatales, formas de cómo gobernar, transformar funciones en manos del Estado centralizador, utilizar formas de propiedad variadas sin proporciones adecuadas, realizar ampliaciones de la democracia, sin límites razonables para un país bloqueado, sitiado y en estado de guerra con los EE.UU., y estilos de trabajo enraizados en las mentes de los dirigentes y los ciudadanos, acostumbrados a que el Estado socialista tiene el deber de otorgar todo, sin necesidad de recibir nada a cambio. Hemos creado una grandiosa obra, eso es cierto, pero hemos cometido desatinos tácticos, y ahora no podemos darnos el lujo de caer en errores estratégicos.

Si no tenemos una visión totalizadora, dialéctica y holística de los problemas iremos directos al fracaso, si no poseemos una caracterización individualizada y de los pequeños colectivos que conforman la realidad cubana también caeremos en la frustración y la derrota. El pensamiento teórico del compañero Fidel Castro Ruz, acerca de que “Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo”, que es una gran verdad revolucionaria, no puede convertirse en un slogan o en una consigna política más, que debamos aplicar sin pensar profundamente en todo lo que encierra y expresa ese conjunto de ideas. Cualquier lectura que de ella se realice, fragmentándola y separando un pensamiento de otro-como se hace en ocasiones en los spot políticos y en las vallas publicitarias-nos haría cometer la falla de cercenar una fusión integral e inseparable de lo que significa la Revolución Cubana.

En la política no funciona la matemática ni la geometría pura, la biología, la biogenética, los adelantos científicos y técnicos que, cuando más, pueden ser instrumentos a tener en cuenta, pero que no deciden la construcción del socialismo de forma unilateral. El socialismo es, ante todo, un problema de conciencia política e ideológica, de cultura general integral, de conocimientos profundos y maduros y, no solo, de una vanguardia política conductora avezada y eficaz, es un problema de conciencia de todos los cubanos o de la gran mayoría, consensuada, de ellos.

Cuando Carlos Marx escribía “en última instancia”, no se refería a un reduccionismo a ultranza a las raíces económicas de los problemas de la sociedad, porque el marxismo y luego el leninismo, más los otros continuadores de esa teoría de la praxis revolucionaria, así como los pensadores de escuelas marxistas variadas y del pensamiento social crítico, advirtieron de las subjetividades y las intersubjetividades que, estando presentes en el devenir histórico de las sociedades clasistas, poseen una influencia determinante en la evolución y desarrollo de los procesos revolucionarios. Y Cuba no está ajena aún a esa estructura clasista, de una economía que todavía no ha realizado su transformación y aporte esencial y, continúa, lamentablemente, funcionando con una lógica metabólica reproductora del capital, o sea, acumulando ganancias, aunque en este caso, para todo el pueblo; que tiene un Estado centralizador en extremo, en que sus trabajadores, aunque dueños de los principales medios de producción, se sienten increíblemente enajenados y hasta alienados del propio proceso de producción, su dirección, sus planes y metas, y las capacidades de decidir sobre el mismo en cuanto a la cantidad y la calidad de los insumos que producen. Y todo, porque está presente, en este tránsito hacia el socialismo el archiconocido derecho burgués “A cada cual según su trabajo, de cada cual según su capacidad” y existen muchos mediadores administrativos-burocráticos que estorban y obstaculizan el sentimiento y la convicción de ser y sentirse dueños plenamente. Aunque nacionalizamos las propiedades extranjeras y de la oligarquía burgués-terrateniente “nacional” desde 1960, el proceso no trascendió desde una estatización hacia la necesaria socialización. Habría que decir junto a Ernesto Che Guevara que debemos continuar construyendo el comunismo, aunque nos pasemos toda la vida transitando por el socialismo, rodeados, por demás, de un océano de capitalismo.

Por lo tanto, no hemos eliminado las clases y no estamos en condiciones de extinguir el Estado. Muy al contrario de las tesis de los clásicos del marxismo -que no son erradas si admitimos que la pronunciaron para su cumplimiento en un largo plazo histórico– y, de las teorías del debilitamiento obligatorio de las funciones reguladoras y controladoras del Estado, del fin de las ideologías, la historia, las utopías y el novedoso choque de las civilizaciones, el Estado-Nacional-Popular-Socialista cubano todavía tiene mucho que hacer en este globalizado capitalismo transnacional neoliberal y, en el plano interno de la construcción socialista. Ni somos aún parte de esa “Aldea Global” y, tampoco, somos un “Islote” de la “Aldea Local”, constituimos porciones de ambas y, por tanto, no podemos pensar y actuar en las dos propuestas excluyentes de forma atomizada y desarticulada, sino que debemos reflexionar e interpretar, practicar y accionar con visiones integradoras, pensar y actuar global y localmente, nacional, regional e internacionalmente.

Por otra parte, no considero que las formas alternativas de autogestión y de autogobierno local, la sociedad de productores libres y la cooperativización, por si solas, sin la presencia de un Estado Nación, Popular y Socialista fuerte -que no significa estatista centralizador de todo-, puedan conllevar a un socialismo nuevo y más eficiente, como tampoco creo en la descentralización desmedida, el caos y la anarquía absolutas, aunque estén en manos de los trabajadores los destinos de la nación y el socialismo. Cualquier cosmovisión unilateral, podría conllevarnos a caminos o, mejor expresado, hacia atolladeros sin salida para un socialismo perfeccionado, pero que tiene que ser guiado por una teoría y práctica revolucionaria y, en el caso cubano, por un Partido de vanguardia, que no significa que todos sus militantes tengan el mismo nivel de conciencia y ejemplaridad, de prestigio y méritos, pero que es una fuerza de avanzada, junto a la Unión de Jóvenes Comunistas, en que ambos suman alrededor de más de medio millón de cubanos.

Y esa no es una fuerza que pueda subestimarse sí, además, está vinculada permanentemente, en acción retroalimentadora con el pueblo, porque vive y trabaja con él, lo orienta, lo escucha y es capaz de tramitar sus preocupaciones y demandas. Y aunque es un Partido único, herencia muy cubana, proveniente del Partido Revolucionario Cubano, fundado en 1892, por José Martí, el PCC es un partido plurisectorial, pluricultural, pluriracial, plurigenérico, plurireligioso y plurigeneracional, etc., en donde existen polémicas serias y profundas acerca de cómo construir el socialismo, aunque tampoco es un club de discusiones o una amalgama de personas individualizadas y de colectivos que no tienen un Programa, Estatutos, normativas y directrices, porque es un Partido Comunista que está erigido sobre la base del centralismo democrático y los principios más creativos y acertados del leninismo. En él existe una unidad, que viene a constituir, al igual que en el seno de la sociedad cubana, la “niña de los ojos” de nuestra Revolución, de nuestra Independencia y Soberanía Nacionales.

Sabemos, mejor que nadie, que cualquier desunión, desestabilización e ingobernabilidad dentro del país le daría al imperialismo norteamericano el pretexto, la “justificación” para intervenir en los asuntos cubanos. Aunque sus más afamados presidentes, élites de poder, “Thins Tank” (tanques pensantes), generales, oficiales de inteligencia, etc, afirmen que no existe una agenda de agresión militar para Cuba, una lectura de cualquier plan secreto o, no tan encubierto, del gobierno estadounidense demuestran que tienen la flexibilidad necesaria para producir esa ingerencia masiva en Cuba en cuestión de horas o días-lo han estado ensayando por años. Léase el “Plan Bush contra Cuba” y se verá que ya tienen nombrado un gobernador para una “Cuba Post-Castro”, y hasta las medidas de desmontaje de todo el socialismo cubano que, incluye, nuestra Patria y nuestra Nación Libre.

Por eso, más que todo creo, fehacientemente, que todas estas maneras alternativas de dirigir y gobernar se complementan en la misión de desarrollar el socialismo. Las aportaciones en este campo son las más entendibles, aunque provengan de muchas personalidades y grupos de afiliación variada: pensamiento social crítico, la teología de la liberación, los heterogéneos movimientos sociales y políticos, los marxistas de diferentes corrientes y tendencias, así como los anarquistas, anarcosindicalistas, trotskistas y socialistas utópicos renacidos, como aves fénix, en esta crisis epocal, de civilización, ideologías y de culturas, también de la modernidad y hasta del marxismo, que ha devenido en una transición sui generis de la historia de la humanidad, en una recomposición y reestructuración del orden y las normas de toda índole, ante la avasallante fase de la III Revolución Industrial, iniciada en la década del 50 y que alcanzó su momento culminante en la fase de los años 90, que ha transformado y trastocado las formas de vivir y de trabajar, en donde está predominando el sector terciario de la economía, las finanzas con su “rueda de casino”, la “burbuja financiera” y los “capitales golondrinas”, la informatización, las comunicaciones rápidas, la robótica, la microelectrónica, la nanotología, la biogenética, la ciencia espacial, etc.

Es lo que muchos han denominado de forma generalizada como el “Fast World” -también el “Fast Food” (comida rápida)-, una forma acelerada de adaptación a las evoluciones y cambios constantes, aunque obvian que existen sociedades y pueblos enteros, como los del África, Asia, Oceanía y de la América Latina y el Caribe, donde hay grandes comunidades y millones de seres humanos que no pueden soñar con una computadora, porque simplemente no hay electricidad, teléfonos y sí muchos analfabetos absolutos y funcionales; hay pandemias como el SIDA, la tuberculosis y el cólera que están matando a miles y miles de personas; hambrunas provocadas por las sequías y las guerras fraticidas inacabables-étnicas-tribales, nacionales, raciales y religiosas-, algunas de ellas organizadas y potenciadas por las grandes fuerzas del capital; la deuda externa impagable moral, económica y políticamente; el intercambio desigual y otras catástrofes que asolan a la mayoría de la humanidad.

En este momento transicional de la historia de la humanidad han reaparecido las viejas escuelas, tendencias y corrientes ideopolíticas mencionadas en el seno de la clase obrera, el movimiento obrero y el movimiento sindical-este prácticamente destruido por la aplicación de las recetas del capitalismo neoliberal-, así como en las nuevas y tradicionales agrupaciones políticas y sociales que han entremezclado todas estas diferentes elaboraciones de forma reciclada, y no se vislumbra un horizonte claro en los programas de lucha de cada una de ellas, hasta ahora muy fragmentados. A ello se suman las variantes de un marxismo ortodoxo, pro-estalinista y maoísta, entre otros. Y estas problemáticas no se solucionan al declarar y tomar una posición política, ideológica y filosófica, ni con solamente realizar una confesión de fe porque luego, cuando leemos con detenimiento los programas y los principios que rigen ese supuesto partidismo, de cualquier espectro ideopolítico, descubrimos una mezcla y yuxtaposición confusa y ambigua, dubitativa y muy poco asertiva, lejanas de convertirse en una síntesis creativa y original. Habrá que continuar el proceso de estudio y análisis, más la práctica como criterio de la verdad, y construir entre todos una alternativa teórica, conceptual y de la praxis que contenga lo mejor de todas las elaboraciones, de toda la herencia revolucionaria universal.

El marxismo y el leninismo, no aquel vulgarizante, escolástico, dogmático y reduccionista, tiene mucho que hacer todavía en la redimensión y resignificación de su teoría y en la práctica, sin ignorar a los clásicos, pero tampoco volver solamente a ellos para repetirlos literalmente, sino extraer de esos textos el espíritu dialéctico de su historicismo y sus enseñanzas, su creatividad sin límites y regularidades abiertas-aunque no indeterminadas y relativizadas al extremo-, y proceder a su re-elaboración en las nuevas condiciones. Desarrollar el marxismo y enriquecerlo no significa revisarlo en el sentido despectivo del término, sino ubicarlo en los nuevos tiempos y espacios del presente y el porvenir. No podrá existir una práctica alternativa, sin una teoría alternativa adecuada, o lo que es lo mismo, recordando el viejo pero vigente apotegma leninista de que, “Sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario”.

Porque, además, en este mundo que no solo tiene el peligro presente y latente de nuevas guerras “preventivas y humanitarias” en “los más de 60 rincones oscuros del mundo”, posibles holocaustos nucleares impulsados por los imperialismos y, principalmente, por la potencia hegemónica estadounidense, el Estado-Nación Popular y Socialista-este último en el caso cubano que analizamos-tiene un rol que desempeñar, aunque éste sea un “parto” de la modernidad capitalista, variando sus estructuras y funciones, pero nunca debilitándose y reduciéndolo, como plantean y hacen las fórmulas neoliberales, convirtiéndolos en simples aparatos policiales represivos, vigilantes de la paz de los sepulcros, desarticulando a la sociedad civil y protegiendo, en la mayoría de los casos, a los capitales transnacionalizados y, proclamando democracias tuteladas y supervisadas, bajo el manto de una “gobernabilidad democrática” y una “alternancia en el poder” de los partidos de derecha y de centro, e incluso de denominadas izquierdas que ya dejaron de serlo, porque han aprendido a gerenciar al capitalismo transnacional neoliberal con una eficacia tan válida como la de los conservadores.

Ese mundo del que escribimos también sufre de cambios en los patrones climatológicos evidentes, disminución de la capa de ozono, el calentamiento de la Tierra, la desertificación y salinización de las tierras anteriormente fértiles, el descongelamiento de los glaciares y el crecimiento de los océanos que ponen en peligro anchas zonas costeras, que afectan, sobre todo, a las pequeñas islas, la continuada contaminación del aire, de las tierras, ríos y mares, la extinción acelerada de muchas especies de animales y de la variada flora terrestre y marina, provocando un aumento en número y fuerza de los huracanes, tifones, maremotos, tsunamis y terremotos, que traen consigo más hambrunas por las largas sequías en algunos lugares del planeta y, en otras, por las grandes inundaciones causadas por las lluvias exorbitantes que provocan los mismos efectos sobre las poblaciones más atrasadas, más pobres y más proclives a ser afectadas por todos estos fenómenos que han sido consecuencia, en gran parte, de la desmedida explotación de los recursos naturales de la Madre Tierra por ese capitalismo expansivo, depredador, derrochador y consumista que es irracionalmente inaguantable para el Planeta en que vivimos todos. La especie humana está en un grave peligro y mucho pueden aportar los nuevos movimientos sociales y políticos surgidos desde abajo, pero también los Estados-nacionales con sus políticas reguladoras y controladoras, rectoras y planificadoras, aunque sean menos visibles y no, tan extremadamente, centralizadas. (Continuará)

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