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Cuba: coraje y valor

Una comparación impostergable



Desde hace unos días, pretendo traer a ustedes, aparecidos en una misma edición del periódico Granma, dos textos que tienen como tema el periodismo. Es tan inmenso el abismo que se abre entre ellos, como aquel que separa el socialismo que promulga la obra revolucionaria y el brutal imperialismo de los voceros del Señor de los cañones. Pero no es necesario mayor preámbulo… ustedes mismos entenderán de qué les hablo cuando lean estos dos trabajos:


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Un alto para meditar, por Tubal Páez, Presidente de la Unión de Periodistas de Cuba

Concluye el VIII Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba, que como las principales organizaciones de los distintos sectores sociales cubanos, surgió al calor de la lucha del pueblo por lograr la independencia y la justicia social plenas.

Son momentos en que se suele afirmar que "culmina un proceso" o "se abre una etapa", dando la sensación de que al bajarse las cortinas todo va a ser distinto y los acuerdos serán una varita mágica que cambie en horas situaciones complejas presentes, en primer lugar, en la cabeza de mucha gente. Pero lo importante será no descansar en la lucha de ideas, en su enriquecimiento y la decisión de darlas a conocer para que ellas también peleen.

La prensa está muy condicionada por el concepto de tiempo, por las urgencias informativas, el rigor de los horarios y la inmediatez. Las nuevas tecnologías, las velocidades de la vida moderna, caracterizadas por una carrera demencial para obtener la supremacía en los mercados, hacen que los humanos nos sintamos como si nos despojaran del tiempo.

Al igual que en un pestañazo electrónico podemos enviar datos, sonido e imágenes en cantidades asombrosas, con un simple clic sobre una tecla se pueden esfumar irremediablemente años de trabajo. Ello nos produce una situación ambivalente entre el asombro por las maravillas de la tecnología y los temblores de una desorientada anatomía que no puede responder al "flash" permanente.

Comparando los días que corren y el pasado de represión militar en su país, un colega latinoamericano, perseguido por la angustia de los nuevos ritmos, me dijo una frase rotunda: "Antes no podía escribir lo que pensaba, ahora no puedo pensar lo que escribo".

Entonces un Congreso, como yo lo veo, es algo así como un "detengámonos un momento y sentémonos en esa piedra a pensar bien cómo van las cosas antes de enfrentarnos a la encrucijada que viene, y decidir entre todos qué vamos a hacer". Fidel había señalado al respecto que la humanidad necesitaba una cumbre, una montaña para irse a reflexionar para encontrarles solución a los difíciles problemas del mundo.

Pero al margen de esto, lo que le interesa al pueblo, al dueño de los medios de comunicación en Cuba, es que estos sean eficientes en su labor informativa y formativa, y que la descripción que hagamos de la realidad se parezca cada día más al mundo y al país donde vive y resiste.

El proceso previo al Congreso comenzó en febrero en una pequeña emisora de Guáimaro y concluyó cuando los periodistas de la Televisión Nacional efectuaron los debates de la asamblea número 189. El mejor ambiente que se podía crear fue estimular esa característica de todo revolucionario, insoslayable en cada periodista, de ponerse en el lugar del otro, del lector, el oyente o el televidente, como premisa del diálogo informativo eficaz y de la defensa de una Revolución que el imperio no quiere dejar tranquila.

Por supuesto que los propios compañeros hicieron salir a flote las deficiencias del trabajo, casi todas de conocimiento público, pues no hay otra profesión como el periodismo que, para fortuna o vergüenza, muestre más sus errores a la luz pública; pero también se expusieron obstáculos e incomprensiones ajenos.

Los aciertos, en cambio, mientras más genuinos más ocultos quedan en la conciencia y el corazón de la gente, como nuevos valores o reforzamiento de otros, allí donde los humanos frenamos todos los días la irracionalidad heredada. En ello radica la pasión del oficio y la misión de apóstoles de una causa grande, que consume nuestra propia existencia.

En los debates se ha recordado que nuestro trabajo tiene lugar en la mente de las personas, un escenario extraordinariamente complejo donde tenemos la enorme responsabilidad en la construcción de la realidad.

Lo asombroso de nuestro cerebro no es solo que recopile las sensaciones que le llegan de los sentidos y las guarde en la memoria. La auténtica maravilla es que toda esa información la relaciona y la convierte en conciencia y en la certeza, en primer lugar, de lo que somos. El ser humano, entonces, es el resultado de la verdad, y lo será cada vez más en la medida que la busque, la encuentre, la explique y actúe en consecuencia.

Aunque muchos no nos demos cuenta, somos portadores también, de otra memoria, la genética, la que nos acompaña siempre y nos recuerda, con más frecuencia de lo que quisiéramos, las etapas en que no éramos seres racionales. Mantener a raya los instintos es también, junto a otros sectores de la sociedad, una misión de la prensa revolucionaria.

Ello engrandece el trabajo de la prensa, los periodistas y los medios de comunicación masiva, que tienen como causa mayor la defensa de la verdad, frente a los que fabrican y dispersan la mentira, frente a los que desamarran las fieras que llevamos dentro para que el individualismo y la ambición egoísta acaben con los sentimientos que nos han hecho personas.

Los periodistas cubanos siempre tendrán la verdad como su estandarte más alto. Pero eso no basta en un mundo donde impera la mentira altamente organizada y con recursos colosales para influir en la conducta de los seres humanos. Es decisivo, entonces, que nuestra verdad se muestre en toda su exactitud y belleza, de forma argumentada, profunda y culta. También, que todo el cinismo y la brutalidad de un adversario particularmente cruel estén presentes en nuestro trabajo, al igual que el enaltecimiento de cuanto de bueno y noble hay en nuestro pueblo y en las ideas que sustenta su Revolución.

http://www.granma.cubaweb.cu/2008/07/03/nacional/artic02.html


2

Arenga asesina, por Manuel E. Yepe


Michael Reagan, un comentarista radial de extrema derecha difundido ampliamente en Estados Unidos e invitado frecuente a programas noticiosos de televisión por cable, llamó al asesinato de Mark Dice, un activista impugnador de la versión oficial sobre los acontecimientos del 11 de septiembre del 2001 que motivaron la "guerra contra el terrorismo" que desde entonces libra Washington.

La denuncia fue formulada el 24 de junio del 2008 en FAIR, la revista digital de un grupo dedicado, desde 1986, a monitorear los medios de prensa y denunciar aquello que considera faltas a la ética, a la luz de la Primera Enmienda de la Constitución estadounidense.

Michael Reagan, es hijo de Ronald Reagan, iniciador en 1990 de la era neoconservadora en la Casa Blanca que aún subsiste. La acusación de Reagan contra Mark Dice consistió en el hecho de haber enviado cartas y DVDs a soldados estadounidenses en Iraq denunciando que fue el gobierno de su país el que llevó a cabo los ataques contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono, que fueron el pretexto para la agresión yanki contra Bagdad.

Por la difusión de tan "impopular" versión de los atentados, Reagan abogó porque estos activistas fueran asesinados por "traidores".

"Debíamos buscar a la gente que está haciendo esto, sacarlos y matarlos. Realmente, sacarlos, porque son traidores a su país, y matarlos. ¿Esto provoca algún problema? Hay que enfrentarlo. Hay que matarlos. Llamémoslos traidores, eso es lo que son y hay que matarlos. Yo pago las balas."

"¿Qué les parece la idea de sacar a Mark Dice y ponerlo ante un pelotón de fusilamiento. Lo ataremos a un poste, sin taparle los ojos, para divertirnos un poco con Mark Dice".

Seis días más tarde, Reagan invitó a Dice a su programa para excusarse y le dijo: "A veces los anfitriones de programas de radio nos alteramos, nos ponemos bravos, cometemos errores. Decimos cosas verdaderamente estúpidas."

Pero los "errores" de Reagan, señala FAIR, se reiteran.

El 15 de agosto del 2006, por ejemplo, Reagan llamó a liquidar a los niños nombrados por sus padres "Hezbollah" como homenaje a la organización libanesa que frenó la ofensiva israelí contra el país árabe y a su líder Hassan Nasrallah.

"¿Ustedes saben lo que haría con esos bebés en su primer cumpleaños? Les pondría una granada en sus fondillos y la activaría. ¡Feliz cumpleaños, bebé! ¡Adiós, adiós!"

En respuesta a algunas llamadas de oyentes indicando que los bebés no tienen culpa por los nombres que reciben, Reagan dijo: "¿Y qué de malo tendría matar a las madres, junto con sus hijos?"

El 5 de diciembre del 2005, Reagan dijo que el Presidente del Comité Nacional del Partido Demócrata, Howard Dean, "debía ser arrestado y ahorcado por traición, o encerrado en un hueco hasta el fin de la guerra contra Iraq", en respuesta a un planteamiento de este en el sentido de que "la idea de que vamos a ganar esta guerra es sencillamente errónea".

FAIR relaciona estas actuaciones de Michael Reagan con las de otro comentarista con larga historia de uso de las ondas radiales para llamar a la violencia, quién también es difundido por la cadena Radio América, G. Gordon Liddy.

Liddy, quien antes de dedicarse a la radio y a la actuación en TV y cine fue agente del FBI, activista del Partido Republicano y un cercano colaborador del presidente Richard Nixon, cumplió, en la década de los setenta, cinco años y medio de prisión (de una condena de 20) por su prominente participación en el escándalo Watergate, que provocó la renuncia de Nixon, aconsejó a sus oyentes el 26 de agosto de 1994:

"Si la Oficina de Alcohol, Tabaco y Armas viene a desarmarlo a usted y ellos tienen armas, hágales resistencia con sus armas. Tíreles a la cabeza, porque ellos usan chalecos antibalas. Tiros a la cabeza, tiros a la cabeza".

La cadena Radio América asegura que cuenta con más de 150 emisoras para difundir los programas de Reagan y 160 para los de Gordon Liddy, en todos los Estados Unidos.

Con un gobierno que proclama su derecho a lanzar guerras preventivas y se considera más allá del bien y el mal en la comunidad mundial, nada tiene de extraño que haya muchos Reagan y Liddy ejerciendo su propia "libertad de prensa" en los medios estadounidenses.

http://www.granma.cubaweb.cu/2008/07/03/interna/artic07.html

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