Obama: una amenaza global
Por Eva Golinger

 Época
 
 El candidato que logró seducir a millones en el mundo con un discurso  de  “cambio” se ha convertido en uno de los presidentes más bélicos e   imperialistas de la historia estadounidense. Vendido como un producto de   “esperanza” ante la opinión internacional, Barack Obama logró engañar a   quienes veían en él una alternativa a la política agresiva de   Washington.
 
 Pero este “agente de cambio” no solamente ha  aumentado las guerras en  Irak y Afganistán, enviando más tropas y  ampliando el presupuesto del  Pentágono, sino también ha autorizado  incursiones bélicas en Pakistán y  Yémen, y ahora una guerra contra  Libia.
 
 Hacia América Latina, la política de Obama ha sido  irrespetuosa y  agresiva, primero con el golpe de estado en Honduras  contra el  Presidente Manuel Zelaya, seguido por la expansión  militarista de  Washington en la región. Al mismo tiempo, se ha  endurecido un discurso  hostil contra Cuba y Venezuela, lleno de  amenazas y acompañado por  aumentos en presupuestos multimillonarios  para financiar la subversión y  la desestabilización contra sus  gobiernos.
 
 UNA GIRA CÍNICA
 
 Durante su primera – y  breve – visita a la región en abril 2009, para  asistir a la quinta  Cumbre de las Américas en Trinidad, un sonriente  Obama prometió  trabajar hacia una relación de “iguales” entre su  gobierno y los países  latinoamericanos. Pero en el mismo discurso,  durante lo cual se  comprometió a fundamentar su relación con los  gobiernos del Sur en el  respeto, el presidente estadounidense desacató a  su propia promesa.  Instando a los pueblos latinoamericanos que habrían  que “olvidar al  pasado” para poder trabajar juntos hacia un futuro más  “próspero”,  Obama mostró sus verdaderas intenciones imperiales: borrar  de la  memoria – una vez más – todas las atrocidades que Washington ha   cometido contra América Latina.
 
 Casi dos años después, luego de  haber viajado al mundo, Obama decidió  que era hora de visitar a su  “abandonado” patio trasero. Pero en lugar  de agendar una gira que  profundizaría la relación entre el país del  norte y sus vecinos del  sur, su equipo preparó una corta visita a tres  países “seguros”.
 
 La presencia de Obama en Brasil era obvio. El gigante suramericano es   una de las economías más importantes del mundo y ha jugado un papel   crítico en los intentos de Washington de frenar la “influencia” de   Venezuela en la región. Documentos divulgados por Wikileaks demuestran   como los diplomáticos estadounidenses trabajaban durante años con el   gobierno brasilero para que les ayudara contener la expansión del   “bolivarianismo” en América Latina. El ex presidente Luis Ignacio “Lula”   da Silva no se prestó a la estrategia estadounidense, pero varios de   sus asesores servían como fuentes – y puentes – importantes para los   esfuerzos de Washington de mantener a Brasil como el súper poder   suramericano.
 
 Aparte de su importancia política, la visita de  Obama a Brasil tuvo un  objetivo económico. Según Michael Froman, asesor  de Obama en asuntos de  seguridad nacional y economía internacional,  “El viaje fundamentalmente  fue orientado hacia la recuperación  económica estadounidense, las  exportaciones estadounidenses y la  relación crítica que América Latina  juega en nuestro futuro económico y  la creación de empleos en Estados  Unidos”. Claro, cuando Obama ya no  podía superar a los obstáculos  económicos en casa, vino a su patio  trasero para buscar como mejor podía  explotarlo a su beneficio.
 
 En Brasil, Obama prometió dos mil millones de dólares para la   explotación petrolera en aguas brasileros, algo que llamó la atención a   muchos en Estados Unidos. ¿No era una política de Obama independizar al   país del petróleo y construir nuevas fuentes de energía renovable?  ¿Qué  hay detrás de ese acuerdo, un intento de socavar a Venezuela como  el  gigante petrolero de la región, o un intento de evitar otro desastre   petrolero en aguas estadounidense, como sucedió el año pasado con la   horrible contaminación de BP en el Golfo de México?
 
 Y en  Brasil, Obama cometió dos graves actos de irrespeto. Primero, a la   desilusión del gobierno de Dilma Rousseff, Obama ni siquiera ofreció el   apoyo a Brasil para obtener un puesto permanente en el Consejo de   Seguridad de las Naciones Unidas, tema que era prioritario para el país   suramericano. Segundo, usando a Brasil como su despacho móvil, Obama   autorizó la guerra contra Libia mientras “conversaba” con la presidenta   Rousseff. Es difícil imaginar un acto de mayor ofensa que tratar a un   país soberano como un subordinando a la política estadounidense. Obama –   primer presidente afro-estadounidense – lanzó una guerra contra un  país  africano desde el país latinoamericano con mayor población de   afro-descendientes en la región. El simbolismo no puede ser descartado.
 
 Siguiendo con el trato de patio trasero, en Chile, Obama se negó a   responder a preguntas sobre el cruel papel de Washington en la historia   contemporánea chilena – causa de miles de muertos, desaparecidos,   torturados, miseria, persecución y represión masiva. De nuevo intentó   sacudir el tema con su discurso de “vamos a olvidar al pasado” cuando   aún no se han curado todos los heridos de ese “pasado” doloroso. Y para   el colmo de todo, desde Santiago, Obama lanzó una amenaza contra Cuba.   “Haré todo lo posible” para lograr el “cambio” en Cuba, declaró, como  un  buen jefe ante su reinado, donde él quita y pone gobiernos como le  da  la gana.
 
 En El Salvador, Obama volvió a agitar los heridos  del pueblo  centroamericano, visitando a la tumba del Monseñor Oscar  Arnulfo Romero,  asesinado a manos de fuerzas paramilitares financiadas y  entrenadas por  Washington. Tampoco se disculpó por ese brutal  asesinato, pero esa vez  en lugar de instar al “olvido”, su presencia  era una afirmación de la  política intervencionista y agresiva de su  gobierno. Obama, orgulloso de  representar al demonio imperial, se paró  frente a la tumba del Monseñor  Romero, casi celebrando el éxito de la  política de muerte que logró  neutralizar la expansión comunista en la  región y ahora instalar un  gobierno de “izquierda” arrodillado ante  Washington. Un sueño imperial  hecho realidad.
 
 RESPONSABILIDAD DE PROTEGER
 
 A miles de kilómetros de su pueblo, sin consultar al Congreso y ni   siquiera explicar sus intenciones ante el público estadounidense, Obama   lanzó su tercera guerra. ¿Fue por cobardía que lo hizo lejos de su  casa,  o fue porque simplemente no le interesa, ni le importa al pueblo,  como  buen imperialista- arrogante y elitesco?
 
 Con la excusa  de una misión “humanitaria”, Obama, junto a sus aliados  europeos, están  atacando a Libia – país africano con grandes reservas  estratégicas –  petróleo y agua, y con un líder, Muammar al-Gaddafi,  quien ha sido  “nemesis” de Washington desde la época de Ronald Reagan.  Escudiéndose  en la nueva doctrina de “responsabilidad de proteger”,  Obama y sus  socios están bombardeando al pueblo libio y rodeándolo con  su poderío  militar.
 
 La doctrina de “responsabilidad de proteger” reemplaza  a la “guerra  preventiva”, concepto Bushista que “justificaba” a  Washington invadir o  atacar a país cualquiera en donde ellos percibían  una “futura amenaza”  contra los intereses estadounidenses. Pero la  “responsabilidad de  proteger” llega más allá de la tesis de “futura  amenaza” y se fundamenta  en una supuesta responsabilidad de la  comunidad internacional de  “proteger” a los pueblos sin importar la  soberanía de las naciones.
 
 Ya no es solamente en nombre de  alguna “libertad” que Estados Unidos  invade países, ahora lo hacen para  “proteger” a los pueblos. Con los  intentos desde Washington de  clasificar a Venezuela como un “estado  terrorista”, algo que ya han  hecho con Cuba, ¿quién podría asegurar que  el próximo blanco de la  amenaza Obama no sería América Latina?
 
 Tomado del Blog Ojo Pelao
 
 
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