Deconstrucción de la ONU: demolición de la sociedad internacional
Por Jorge Gómez Barata

 
 La Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU y el discurso  pronunciado por Ban Ki-moon en la reunión de Estados Unidos, la ONU,  OTAN y la Liga Árabe que precedió al inicio de la agresión a Libia  significa un paso en la demolición del sistema de seguridad colectiva  para cuya creación la humanidad tuvo que sufrir la experiencia de dos  guerras mundiales.
 
 En 1917, rompiendo la tradicional política aislacionista inspirada en el  legado de George Washington, los Estados Unidos se involucraron en la  Primera Guerra Mundial en la cual, pagando el precio de 130. 000  muertos, derrotaron a Alemania y otros países europeos convirtiéndose en  la primera potencia mundial. En aquel contexto, el presidente Woodrow  Wilson, auspició la formación de la Sociedad de Naciones, eje de un  mecanismo de seguridad colectiva destinado a impedir otra carnicería  semejante.
 
 Por una de las frecuentes paradojas de la política norteamericana, el  Congreso no aprobó el ingreso de los Estados Unidos que, sin embargo  apoyó a la Sociedad de Naciones la cual realizó esfuerzos validos aunque  fallidos para el mantenimiento de la paz mundial. La organización no  pudo impedir el rearme alemán, no evitó el auge del fascismo ni pudo  reaccionar ante la llegada al poder de los nazis, encabezados por Adolfo  Hitler, que en 1939 desencadenaron la Segunda Guerra Mundial.
 
 Como la Primera, la Segunda Guerra Mundial fue originalmente una guerra  europea a la que los Estados Unidos se sumaron tardíamente y, antes de  hacerlo, con fecha 14 de junio de 1941, el presidente Franklin D.  Roosevelt, suscribió con Winston Churchill, primer ministro inglés, la  Carta del Atlántico, en el cual se asumía que los países que entraran en  guerra contra Alemania como parte de las naciones unidas, (primera vez  que se utilizó el término), renunciaban a cualquier pretensión  territorial, subrayándose el derecho de todos los pueblos a elegir su  forma de gobierno. Por su contenido avanzado, aquel documento fue el  borrador de lo que poco después sería la Carta de la ONU adoptada por 50  países en San Francisco el 24 de mayo de 1945.
 
 La ONU, creada bajos los auspicios de Roosevelt, Churchill y Stalin,  ratificó los esfuerzos para crear un sistema de seguridad colectiva que  tuviera como base una organización internacional regida por una Carta  que resumía el ideal democrático ajustado a las relaciones  internacionales y serviría de base al Derecho Internacional  contemporáneo. Los Tres Grandes como en su tiempo se llamó a aquella  tríada, aprobaron personalmente el Capitulo Siete de la Carta de la ONU  que endosa el uso de la fuerza para el mantenimiento de la paz, autoriza  la operación de tropas bajo la bandera de la ONU y crearon la clausula  de unanimidad, según la cual, la aplicación de ese capítulo deberá  contar con la aprobación de los cinco miembros permanentes del Consejo  de Seguridad, precepto que dio lugar al veto.
 
 Defectos y limitaciones aparte, debido a que la paridad nuclear y la  “destrucción mutuamente asegurada”, ejes de la bipolaridad entre Estados  Unidos y la Unión Soviética necesitaba de un árbitro, la ONU desempeñó  cierto papel durante la Guerra Fría, rol virtualmente anulado cuando la  URSS desapareció de los escenarios internacionales y Estados Unidos  quedó como único hombre en el ring con Europa occidental como furgón de  cola y Rusia y China sin músculos ni voluntad política para constituirse  en alternativa a los intentos hegemónicos del imperialismo  norteamericano.
 
 El proceso de deconstrucción de la ONU y con ella del sistema de  seguridad colectiva de postguerra se acentuó bajo los gobiernos de  Reagan y Bush, padre e hijo, cuando Estados Unidos, sin el factor de  contención que durante cuarenta años fueron la Unión Soviética (con  capacidad de veto), los países ex socialistas y las naciones  progresistas del Tercer Mundo, pudo manipular a su antojo al Consejo de  Seguridad y otras instancias de la ONU, ignorándolas o sirviéndose de  ellas para sus fines como acaba de ocurrir en el caso de Libia.
 
 Bajo la égida norteamericana el doble estándar dejó de ser una anomalía  para convertirse en el estilo del organismo internacional, tarea  favorecida por la actuación de seretarios generales serviciales y  obedientes a Washington como Cofi Annan y Bank Ki-Moon.
 
 En su caída la ONU arrastra no sólo a los conceptos en los que se  fundamenta la diplomacia multilateral, sino también al sistema de  instituciones internacionales, ejes de la seguridad colectiva. La  ineficacia para lidiar con la crisis en el Medio Oriente y África del  Norte y por la complicidad con la agresión a Libia, han decretado la  muerte de la Liga Árabe, mientras que el voto favorable de Sudáfrica a  la agresión arroja sombras sobre el futuro de la Unión Africana y la  invisibilidad subraya la nulidad del Movimiento de Países no Alineados y  de la Conferencia islámica como actores creíbles en las relaciones  internacionales.
 
 La ONU podrá seguir existiendo, incluso después de haber renegado de su  Carta, un documento magnifico cuyos preceptos de: igualdad soberana de  los estados, respeto a la soberanía nacional y la autodeterminación de  las naciones y solución pacifica de los conflictos, fueron una conquista  del pensamiento avanzado, pero no será nunca más una garantía de  justicia y paz ni un símbolo de la convivencia internacional.
 
 Nadie sabe cómo ni cuándo terminara esta etapa gris de la convivencia  internacional; aunque de momento es seguro que aquella que comenzó en  los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial y se concretó en la  Conferencia de San Francisco, yace sepultada por la montaña de cadáveres  acumuladas en la ex Yugoslavia, Irak, Afganistán, Libia y otros lugares  en los cuales a la inconsecuencia de ciertos gobernantes, el  sometimiento de funcionarios internacionales y la cobardía de  importantes actores, se sumó la tradicional prepotencia y la arrogancia  imperialista.
 
 Haciendo camino al andar, allá nos vemos.
 
 Tomado de Moncada Lectores
 
 La Habana, 20 de marzo de 2011
 
 Véase además:
 ¿ONU estás? La conocida tibieza de las palabras
 
 
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