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Cuba: coraje y valor

Ratificaciones, rectificaciones y cambios... I Parte

Ratificaciones, rectificaciones y cambios: La Revolución Cubana en el Siglo XXI
Por Felipe de J. Pérez Cruz


Ponencia presentada en la Conferencia Internacional “Experiencias históricas de las transiciones y los desafíos en curso”, organizada por la Fundación Rosa Luxemburgo , el Instituto del Socialismo Mundial y el Centro de Estudios de Partidos, del Buró de Compilaciones y Traducciones del Partido Comunista Chino, Beijing, noviembre 2008


El título que he propuesto para esta presentación, no nace de un ejercicio literario: resume la tesis central que defiendo para el presente y el futuro inmediato y mediato de mi país. Mi objetivo en esta ponencia será presentarles un resumen de los argumentos que sustentan dicha tesis. Por razones de espacio, solo me voy a referir al eje histórico de la reforma económica en su trascendencia política e ideológica. El debate propiamente sobre política económica, y aspectos no menos trascendentes como los culturales y educacionales, el funcionamiento del sistema político y su articulación con la sociedad civil, el tema de la democracia socialista, pueden ser abordados en el debate posterior.

Parto del criterio de que se debe tener bien claro que ha significado y significa para los 11.2 millones de habitantes de este archipiélago antillano (1), vivir el socialismo que realmente tenemos, en el contexto de la Latinoamérica y del mundo que ha arribado al Siglo XXI. En tanto no fuimos ajenos a los vicios de la apología, y aún no nos hemos librado completamente de ella, la formulación de un enfoque como el que propongo, corre el peligro de motivar las suspicacias que nacen en el genuino rechazo a la alabanza desmedida, cómplice -casi siempre- del espíritu justificativo y retardario.

Corro tal riesgo, porque estoy convencido de la necesidad del balance en positivo. No intentar sistematizar esos logros del socialismo en Cuba, no proponernos su evaluación histórica, política y cultural -o minimizarlos- es algo sumamente errático. Encierra ya un tipo de renuncia siempre a favor de nuestros enemigos ideológicos, y en tanto similar o peor, un dejar el camino sin obstáculos a la adulonería y el engaño, la mediocridad y el oportunismo de uno u otro signo.

La tarea que me propongo no solo se circunscribe al tema cubano. La universalidad de la misión que nos hemos trazado los cubanos y cubanas, hace que al asumir su estudio, entremos de lleno en debates medulares para la vida y el futuro de nuestros pueblos, en particular los latinoamericanos y tercermundistas.

La compleja transición socialista

Los padres del marxismo no dejaron un modelo detallado de la sociedad futura, sino una teoría científica del desarrollo. Carlos Marx y Federico Engels no pudieron prever que el socialismo triunfaría primero en Rusia, la potencia capitalista más atrasada de su época, y que sería definitivamente en el mundo subdesarrollado, donde alcanzaría hasta hoy su más firme concreción. Aún en la consideración de que primero se darían las revoluciones socialistas en Europa y los Estados Unidos, Federico Engels no dejó de prever la complejidad que nuestros países tendrían que vencer “antes de llegar también a la organización socialista” (2).

No somos ajenos los cubanos a los problemas que tenemos por ser un país del Sur, con medio milenio de explotación colonial y neocolonial, subdesarrollado y expoliado por un desigual orden económico internacional. El subdesarrollo heredado, el mercado capitalista y la globalización transnacional amenazan al socialismo en Cuba. Hacen que las condiciones existentes sean insuficientes para producir espontáneamente el nuevo régimen, por lo que la Revolución está obligada a desarrollar –violentar-, una y otra vez las condiciones económicas, políticas e ideológicas existentes, a transformar constante y progresivamente al hombre y la mujer cubanos, y a las condiciones de despliegue de las realizaciones revolucionarias (3).


Nacen además nuestras dificultades de los retos de esa compleja transición socialista, -no resueltos aún por pueblo alguno en la práctica histórica contemporánea-, que se traducen en errores que hemos tenido en la construcción socialista, y en las dificultades para armar un patrón estable de desarrollo. Un problema histórico se sitúa en que Cuba no ha logrado producir suficientes alimentos para su población y depende de las importaciones de productos alimenticios. Cuando los Estados Unidos intentaron paralizar el país y crear una crisis de suministro de energía y alimentos, los generosos términos comerciales ofrecidos por la Unión Soviética permitieron vender nuestra azúcar a cinco veces sobre el precio del mercado mundial, y a su vez, comprar petróleo y productos alimenticios a bajos precios. Del exterior se importaba más del 50 %de las calorías consumidas y el 60 %de las proteínas. Estos problemas no han estado fuera de la evaluación y el análisis de los revolucionarios cubanos, han conllevado a autocríticas rigorosas y nuevas búsquedas, a desacuerdos y debates, que en cada momento, han conducido a planes y medidas concretas: Hay resultados concretos, pero no se ha podido resolver el problema a nivel estratégico.


La praxis revolucionaria cubana –aún necesitada de estudios y fertilizaciones desde el pensamiento científico social y cultural-, nos ha conducido a afrontar una compleja lógica de logros y reveses, avances y estancación, rectificaciones y cambios; pero la tendencia prevaleciente –marcada por el liderazgo de Fidel Castro, Ernesto Che Guevara y Raúl Castro- ha sido la inconformidad, la autocrítica y la búsqueda constante de nuevos espacios de realización revolucionaria. Desde mediados de la década del ochenta, nos percatamos –antes que la dirección soviética hablara de perestroika- de la necesidad de rectificar el modelo socialista en curso. Y en tal criterio se inicia el proceso de rectificación de errores y tendencias negativas en los debates del III Congreso del PCC en 1986.


El proceso de rectificación de errores y tendencias negativas fue una revolución conceptual profunda y abarcadora, que tuvo por centro la autocrítica y reflexión colectiva, y el reencuentro con los fundamentos más genuinos de la ideología revolucionaria cubana. Precisamente frente a las desviaciones economicistas y el deterioro de la conciencia revolucionaria, la rectificación condujo a reasumir el papel protagónico de la ideología socialista, relegada por la prevalencia de los falsos criterios sobre la eficiencia espontánea de los mecanismos económicos, lo cual implicó un mayor protagonismo de las masas populares. A la rectificación, como proceso, le falto el tiempo que no le concedieron las circunstancias. Entre otros, un ambicioso programa agroalimentario quedó paralizado. Nunca estuvo Cuba tan cerca de crear las bases para su definitiva independencia alimentaria que en aquellos años finales de la década del ochenta (4).


A partir de los años 1989-90, tras el derrumbe de la Unión Soviética, sufrimos la severa crisis económica conocida como período especial. Recordemos que en apenas meses, Cuba se quedó sin un abastecedor estable y a precios justos de combustibles, piezas de repuesto, fertilizantes, de la inmensa mayoría de los insumos de la economía nacional y de buen parte de los alimentos de su canasta básica. Las consecuencias fueron desastrosas para la producción material y en ramas como la ganadera, las pérdidas fueron dramáticas, con afectaciones en los productos lácteos y cárnicos hasta ahora no resueltas. El Producto Interno (PIB) de la nación cayó en –35 por ciento, mientras las importaciones se redujeron en un 75 por ciento. El déficit fiscal se disparó al 33 %del PIB en 1993, cuando entre los economistas se considera que solo un 5 por ciento, resulta un nivel peligroso para cualquier economía (5).


La abrupta llegada del período especial precisó de la concentración de todas las energías de la nación, en las tareas más inmediatas y trascendentales de supervivencia y defensa junto al proyecto socialista, de la vida de todos y cada uno de los cubanos y cubanas. En las críticas circunstancias del período especial el país se vio en la necesidad de iniciar un proceso de ajustes y reformas económicas, reintroducir las relaciones de mercado y abrir sectores de la economía nacional a la propiedad privada, la participación y la inversión del capital extranjero, sin abandonar la regulación planificada de la economía, ni el dominio de la sociedad sobre el curso del desarrollo socialista. Se produjeron fenómenos de reestratificación social, reaparición de sectores de propietarios, gerentes de empresas mixtas y extranjeras y elementos burgueses, de expansión de desigualdades en los ámbitos más diversos, y alteración y fractura del tipo de relacionamiento socialismo-igualdad establecido con anterioridad, lo que se expresó de manera particular en una configuración irregular de las condiciones de vida, el deterioro del consumo social y la aparición de diversas conductas patógenas y con ellas nuevas tensiones sociales e ideológicas. (6). El desestimulo al trabajo se constituyó en un eje disparador de no pocos fenómenos adversos a la socialidad y moralidad socialistas.

En esos tiempos el valor del salario sufrió un golpe del que aún no ha podido recuperase. Los impactos de la situación creada se reflejaron de manera directa en las comunidades y barrios, y en el funcionamiento de la familia cubana. Se observó un descenso del nivel de vida de la familia que incluyó los ingresos económicos, las condiciones de la vivienda y el nivel de equipamiento. El tiempo invertido en las tareas domésticas y el número de éstas aumentó, repercutiendo en la atención y educación de los hijos. (7).

Fueron años en los que desafortunadamente aumentó el número de personas que de alguna manera estaban en condición de exclusión social: No trabajaban, ni estudiaban. Muchos autoexcluidos por el impacto psicológico que representó la abrupta caída de sus condiciones de vida, y otros excluidos por las disfuncionalidades no resueltas del sistema, ahora acrecentadas. La reaparición de fenómenos nocivos prácticamente erradicados y el surgimiento de otros nuevos golpearon el modelo de socialidad socialista. El regreso de la prostitución y el consumo de drogas -los más visibles-, impusieron un importante reto a la moralidad socialista.

El consumismo con sus fetiches de marcas, lujos y joyas doradas, hizo su aparición entre los cubanos y cubanas. El robo y la malversación de la propiedad socialista, en estrecha vinculación con el mercado negro, se configuraron como peligrosos fenómenos. Tales fenómenos negativos afectaron a sectores de la juventud y encontraron su espacio de reproducción en la medida que se fracturaba la equidad existente, y avanzaba el intercambio con el mundo capitalista, la presencia de empresas extranjeras y las primeras experiencias de turismo internacional.

La pesada herencia del subdesarrollo, nuestra cuota de errores e incomprensiones en la forja de la nueva socialidad socialista, y adversidades históricas de la magnitud de la desaparición en bloque de la URSS, y nuestros aliados del socialismo europeo; explican buena parte de nuestras actuales dificultades. Pero nunca se puede soslayar que la vida cubana está lacerada en lo fundamental, por la más despiadada y cruel guerra económica y política, que haya resistido nación alguna, organizada y generalizada a escala internacional por el gobierno de los Estados Unidos, poderoso líder del capitalismo mundial.

El socialismo atípico que definitivamente nació en el Caribe, tuvo la osadía de romper la cadena de dominación de los Estados Unidos en el continente americano. La Revolución Cubana tendría que enfrentar definitivamente un diferendo histórico de más de dos siglos, entre la nación en pugna por auto reafirmarse y crecer, y el poderoso país vecino siempre en plan de conquista y dominación. Para ello ha hecho frente a la más colosal y sistemática agresión económica, política ideológica y cultural que se ejecutara contra pueblo alguno en el Siglo XX, acción criminal que se continúa en esta arrancada de nuevo milenio. Carlos Marx no podía prever este desenlace. Sí lo vio su contemporáneo cubano José Martí, cuando en 1892 creó el Partido Revolucionario Cubano, para impedir a tiempo con la independencia de Cuba y Puerto Rico, la voracidad imperialista del país del Norte.

No hay nación en el mundo que haya tenido que pagar más de 93 000 millones de dólares, que al valor actual de esa moneda equivalen a 224 600 millones de dólares, en menos de medio siglo, por defender su soberanía e independencia nacional (8). Suma que se multiplica en las cuantiosas pérdidas humanas y materiales como resultado de las acciones de guerra biológica y terrorismo de Estado practicadas por el imperio del Norte contra nuestro pequeño país (9).

La década de los noventa, fue particularmente intensa en la cantidad de actos violentos contra Cuba. En todos los años de Revolución, se han producido 713 actos de terrorismo contra Cuba, 56 de ellos a partir de 1990, organizados y financiados desde territorio norteamericano (10) con un saldo de 3 478 muertos y 2099 incapacitados y daños físicos y psíquicos a cientos de víctimas y familiares (11). En suelo de los Estados Unidos la criminal mafia anticubana, con la complacencia de las autoridades federales, ha llevado a cabo centenares de actos terroristas contra instituciones o personas vinculadas a Cuba o favorables a una relación normal con dicho país.

La escalada de las acciones provocadoras organizadas y financiadas por la Sección de Intereses de los Estados Unidos en La Habana (SINA en inglés) ha tenido un constante incremento durante el 2008, en su condición de puntal de la política subversiva del gobierno norteamericano y Estado Mayor del mercenarismo de la contrarrevolución interna. Esta Oficina ha incrementado sus actividades injerencistas e ilegales, a pesar de las reiteradas denuncias realizadas por el Gobierno de Cuba (12).

La reforma económica

En medio de una drástica reducción del nivel de vida y de alimentación de nuestro pueblo, cuando en el mundo occidental repercutía el derrumbe de la URSS convertido en pesimismo y renuncias a los ideales comunistas, y el imperio arreciaba sus ataques con la pretensión de adelantar lo que consideraban una segura muerte o claudicación de la Revolución Cubana; se logró resistir y salvar la Revolución. La capacidad de resistencia y victoria que en la década del noventa demostró la Revolución Cubana, el hecho de que la severa crisis económica no deviniera en crisis política; ratificó como cualidad incuestionable del socialismo cubano, su extraordinario apoyo de masas, demostró que la mayoría del pueblo cubano estaba por el socialismo.

Sobre todos los problemas existentes y las amenazas que se precipitaban, la estrategia puesta en práctica, fue útil para frenar la crisis económica, salvar las principales conquistas del socialismo, y comenzar la recuperación económica.

La supervivencia de la Revolución, sus posibilidades de resistir y avanzar fueron el resultado de ocho factores que la dirección revolucionaria supo desentrañar y conjugar: No intimidarse, precisar las magistrales estratégicas, reagrupar fuerzas y hallar recursos potenciales, decisión de lucha, mirarse críticamente sin perder el vínculo con las masas, consultar con el pueblo y movilizarlo para la lucha, y trabajar continúa y sistemáticamente (13). Estos factores resultaron las variables históricas que permitieron mantener el principio de unidad de la nación en torno a la política y la ideología de los comunistas. Probaron la importancia y trascendencia del Partido único como centro del sistema político del país, dirigente máximo de la resistencia nacional, guía segura en la salida del período especial y fuerza imprescindible para el mantenimiento de la independencia nacional y el socialismo.

En 1992 la Asamblea Nacional del Poder Popular aprobó un grupo de medidas tendientes a buscar dentro de la crisis, nuevas alternativas, que permitieran salir de tan difíciles circunstancias, sin perder las conquistas fundamentales del socialismo. La reforma económica que entonces se institucionalizó, fue el más activo proceso alrededor del cual se concretó la estrategia de victoria de la Revolución.

En el verano de 1993 fue dictada la despenalización de la tenencia de dólares y divisas en general, decisión que no solo significaba la legalización de la posesión de dólares, sino la despolitización de la tenencia de dinero norteamericano, por lo que tuvo junto al económico un impacto político e ideológico (14).

La despenalización del dólar produjo un efecto trascendente en la economía, al mover el patrón de acumulación hacia la moneda norteamericana, y estimular el envío de remesas desde el exterior, y el desarrollo de sectores dolarizados que realizarían prácticamente todas sus operaciones en divisa, fundamentalmente, el turismo y el mercado interno en moneda convertible. A través de los instrumentos que el Estado articuló ambos sectores se convirtieron en los que más divisas canalizaron hacia el resto de la economía. Con la circulación del dólar, se inició la emisión del peso convertible (CUC) a partir de 1994, y se creó una institución financiera no bancaria, para darle convertibilidad al peso cubano y al peso convertible. También fue ampliado el sistema financiero y se diversificaron los instrumentos de ahorro de la población.

Los cambios en la política económica se dirigieron a normar y estimula el trabajo por cuenta propia y a abrir los mercados “liberados” para productos agropecuarios, industriales y artesanales, donde los precios serían determinados por la competencia, y a los cuales concurren todo tipo de productor, sea este una empresa estatal, cooperativa, privado o un trabajador individual. Las empresas estatales y cooperativas con compromisos de entrega, podían concurrir, después de haber cumplido sus compromisos de productos al Estado, con lo que se protegían los suministros para el consumo social y los que se distribuyen de manera equitativa en la canasta básica de toda la población.

Cuando el país en 1993 se enfrenta a la necesidad de instrumentar un proceso de transformaciones estructurales en la economía, adquirió preeminencia impulsar cambios imprescindibles, en el sector agropecuario. Este sector fue entonces objeto de una reestructuración, y se decide a partir de octubre de 1993, la transformación del sistema estatal de granjas agrícolas; que constituía la forma dominante dentro de la estructura agropecuaria de Cuba. Surgen entonces las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC).

Mediante el arrendamiento de la tierra propiedad de la nación -sin que medie pago de rentas- en usufructo permanente, se estimuló a los obreros agrícolas a la constitución de UBPC. (15). Las UBPC fueron formadas en las peores condiciones: con aguda escasez de petróleo, piezas de repuesto, instrumentos, etc.; lo que hizo difícil obtener a corto plazo ganancias reales a partir de un mayor esfuerzo productivo. No obstante representaron un cambio trascendente en la forma de gestión de la agricultura cubana (16).

En la lógica de las reformas, se ejecutó otro conjunto de medidas económicas tendentes a la disminución del desequilibrio financiero interno. A fines de 1995 se aprobó una nueva ley de inversiones extranjeras que estimuló la presencia de capital foráneo e incorporó la posibilidad del desarrollo de “zonas francas y parques industriales”, como vía para estimular el desarrollo de empresas con financiamiento exterior. Más recientemente, en 1996 fue aprobado un decreto-ley mediante el cual se acuerda el establecimiento en el país de zonas francas y parques industriales.

Estas transformaciones económicas dieron paso a una etapa de recuperación económica a partir de 1994. La eficacia de los mecanismos aplicados, permitió convertir los dólares recibidos en financiación para los sectores con menos capacidad para generar moneda convertible de manera autónoma. Objetivamente se paró la crisis económica y se obtuvieron los primeros indicios de las posibilidades reales de sobrevivir y desarrollarse que tenía la nación, sobre la base de sus potencialidades internas, sus reservas de eficiencia económica y social. Paralelamente se amplió la democracia socialista y la participación comprometida del pueblo en la toma de decisiones para solucionar sus problemas y perfeccionar el socialismo. Con el pueblo se discutieron las principales decisiones de la reforma económica.

Comenzó un gradual evolución de la actividad económica, registrándose un decenio de crecimiento promedio anual cercano al 4 por ciento. Acompañó tal proceso la corrección de las finanzas públicas, y se pasó de un déficit presupuestal del 33.5 %del PIB en 1993, al 3.0 %en el 2003. La liquidez en manos de la población se redujo del 73.2 %al 34.9 %del PIB en esos mismos años. Entre 1994 y el 2003, el peso cubano se revalorizó de 140 pesos por dólar a valores que han fluctuado entre 18 27 pesos. Así mismo se desaceleró el crecimiento de los precios dados en los primeros años del período especial.

La reforma en la industria cubana se inicia una vez alcanzado cierto control macroeconómico estabilizador, en el sector financiero y en la dinámica de la inversión extranjera directa dirigida hacia sectores industriales. El proceso de reordenamiento laboral constituyó otra de las columnas básicas de la política económica socialista. (17)

Para la recuperación económica del país fue vital la puesta en acción del Perfeccionamiento Empresarial, sistema de gestión económica que comenzó a aplicarse a partir de 1987 en empresas militares cubanas. Se basa en que cada empresa debe diseñar, para sí misma, un sistema económico basado en un mercado, con fuentes de abastecimiento seguras, una alta competitividad y contabilidad confiable. Fue vital para su aplicación que todos los trabajadores de la empresa lo conocieran y asumieran sus nuevas formas de organización y gestión. También en 1997 da Inicio la reforma bancaria.

Las medidas tomadas dieron lugar a una reducción del circulante en 3 000 millones de pesos y ayudaron a revalorizar el peso. De 150 pesos por dólar que llegó a estar el cambio en el país al iniciarse su despenalización, a 22-25 pesos por un dólar, en los últimos años.

La década de los noventa supuso para el país, un proceso de profunda transformación económica y social. Sus resultados no estuvieron exentos de fuertes tenciones y nuevas contradicciones sociales, pero cumplieron el objetivo fundamental pues garantizaron la recuperación económica y mitigaron los efectos más negativos de la crisis, sin por ello renunciar a la defensa de las principales conquistas del socialismo en Cuba (18).

¿Qué es la Batalla de Ideas?

El brutal secuestro del niño Elián González por la mafia terrorista radicada en Miami, fue el detonante el 5 de diciembre de 1999, de una nueva etapa en la lucha del pueblo cubano. Abrió un multidimensional proceso de profundización de la ideología y la obra revolucionaria, que Fidel Castro nombró como Batalla de Ideas. En él se prestó – y se presta- una particular atención a la importancia del factor subjetivo, de la conciencia de las masas en Revolución. En su conducción estratégica Fidel Castro Ruz, enfatizó en la naturaleza humanista de la Revolución, su contenido emancipatorio e irrenunciable vocación solidaria, anticapitalista y antimperialista.

Consecuentemente Fidel desarrolló con la movilización nacional para la liberación del niño secuestrado, un colosal movimiento de opinión pública, de debate y explicación de la situación nacional e internacional, en el que la niñez, la juventud y la familia cubana, ocuparon un singular protagonismo. Nunca, en ninguna otra etapa de la vida política de nuestro país, la ideología del imperialismo fue sometida en el seno de nuestro pueblo a tan demoledora y profunda crítica. El trabajo político ideológico en este período fue enriquecido con nuevos instrumentos de propaganda revolucionaria como lo programas de análisis y debate televisivo de las Mesas Redondas, y las multitudinarias Tribunas Abiertas, desde las que se dirigieron a sus compatriotas cientos de cubanos devenidos en tribunos de la Revolución.

La batalla ideológica no sólo se situó en el ángulo de la contradicción principal que enfrenta el socialismo cubano como consecuencia de la agresividad del poderoso vecino imperialista. Sirvió además para realizar una mirada profunda hacia la sociedad norteamericana y en particular permitió desentrañar las realidades de la vida en Miami como falsa vitrina que vende la propaganda anticubana.

Bajo la dirección de Fidel en esos meses de combate ideológico y político, se pasó revista a los principales problemas que afectan el desarrollo de la socialidad socialista, y el enriquecimiento de la vida espiritual al interior de la sociedad civil cubana. El discurso sobre la igualdad incorporó la necesaria mediación entre las reales oportunidades que ha traído la Revolución para todos los cubanos, y los diversos puntos de partida desde los que han trascendido a los beneficios aportados por la obra revolucionaria cada hombre y mujer, cada familia. Se abordó directamente el tema de la discriminación racial, sus manifestaciones en la actualidad y el vínculo de estas con la esfera económico social y la vida política nacional. La lucha contra los prejuicios y las formas de vida que aún reproducen criterios de discriminación contra la plena participación social de las mujeres cubanas también recibió atención. En tal escenario se crearon nuevas condiciones para avanzar hacia el abordaje y la asunción humanista de la más amplia diversidad sexual de los cubanos y cubanas.

Se desterró definitivamente el discurso sobre las lacras del capitalismo y se fue claramente al reconocimiento de las fuentes sociales de enajenación, que aún están presentes en un país que como el nuestro construye el socialismo cercado por el imperio, a partir del subdesarrollo, y donde no siempre se han encontrado las más idóneas soluciones. Se profundizó en el estudio de las causas de la marginalidad, el delito, la prostitución, drogadicción y su relativo crecimiento en las circunstancias de muchas más desigualdades y diferenciación de patrones de vida, que trajo como consecuencia el período especial.

Se abordó con valentía el análisis del proceso sumergido de acumulación privada de capital, que es alimentado por disímiles vías, en primer lugar por la corrupción, el robo y la malversación de los recursos del Estado, así como por la especulación y explotación de las necesidades alimentarias, y de otra índole del pueblo. Se constató como para ciertos sectores juveniles, los grupos de adinerados y los llamados “nuevos ricos” ya constituían grupos de referencia de los modelos de sociedad de consumo, del individualismo y la apatía social. Y se profundizó en la relación que tales modelos negativos tenían en las conductas patógenas. Así mismo se vio la incidencia que esto traía en el mantenimiento del potencial migratorio y el contrabando migrantes económicos.

La sistematización perspectiva de tal movimiento masivo de educación política Fidel la situó en el mundo de la cultura, y en tal dimensión renació con la Universidad para Todos, el proyecto histórico de la Universidad Popular (19), ahora con los maravillosos recursos audiovisuales desarrollados por la televisión. También la búsqueda de fórmulas para resolver problemas pendientes en las áreas de la educación y el trabajo cultural, así como en la promoción de nuevos programas integrales de amplio espectro sociocultural y científico técnico, con especial énfasis en las nuevas generaciones y en la solución de las brechas de desigualdad existentes en diversos grupos y sectores populares. Más de trescientos programas e iniciativas se trazaron y ejecutaron en la dirección de atender a los grupos populares desfavorecidos. Durante los primeros nueve años del Programa Inversionista de la Batalla de Ideas se concluyeron más de 7000 obras en todo el país y se prevén terminar otras 295.

A dar respuestas a las necesidades de la población ante el grave deterioro de los servicios durante el período especial se consagró el grueso de las obras, pero lejos del asistencialismo burgués, la estrategia del socialismo cubano se dio a la tarea de reparar y crear infraestructura de servicios sociales y culturales, a capacitar para generar un mayor potencial de recursos humanos altamente calificados, a cambiar tradiciones negativas y estilos de vida individualistas y consumistas, con propuestas dirigidas a canalizar las necesidades sociales –y su múltiple individuación- en el contexto de la participación en socialidad socialista.

En el escenario de la Batalla de ideas también se fortaleció la política de seguridad social, se estimularon salarialmente los sectores estatales menos favorecidos con la reforma económica, en particular a los trabajadores que se mantuvieron en la salud, la educación y la investigación científica. Se comenzó a revisar y rectificar un amplio espectro de gratuidades indebidas que no estimulan el trabajo y el estudio, se rectificaron políticas permisivas, y fortaleció la profilaxis social y la consecuente respuesta legal contra los delitos de alta peligrosidad social.

(Notas al final de la II parte; N. del E.)

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