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Cuba: coraje y valor

Cuba siempre ha estado en las fauces del león que quiere engullirlo, por Gloria Analco*


El fidelismo no es sólo Fidel Castro, sino que representa mucho más. Cuba, desde Tomás Moro, ha sido vista como una utopía. Con Fidel, esta representación de la isla, a diferencia de lo que afirmaba la escritora Julieta Campos, ya fallecida, no es una utopía que naufraga, sino que hace pensar que la utopía es totalmente posible.

La utopía de Fidel, de libertad, justicia e igualdad ha constituido el sueño de generaciones de cubanos y el anhelo de millones de pobres en el mundo que vieron en la Revolución Cubana un camino a seguir.

Espiritualmente llenó espacios que estaban vacíos. La Revolución Cubana ha sido hacedora de sueños y de realidades, y los sueños tienen como característica que son inextinguibles, son como la llama eterna, y en esto precisamente es que ubicamos una de las razones de la sobrevivencia aún de la gesta cubana del 59.
La utopía en Cuba en parte ya ha sido cumplida. En ese país hay una totalidad social que produce una calidad de vida mucho mejor que en el resto de América Latina. No hay ningún otro sistema que haya propiciado tanta vida para los niños, los jóvenes y los ancianos, con bajísimos niveles de violencia, de prostitución y de marginación, como en Cuba.

No hay que olvidar jamás que Cuba era un país del Tercer Mundo, pobre, con una población cuyos niños comían de los basureros, donde la mendicidad estaba muy extendida, frente a una opulencia desmedida de la alta burguesía, pero con la llegada de la Revolución eso se acabó, y ya ese sólo hecho hace de Fidel un revolucionario.

Pero además, el proyecto educativo de Cuba ha sido pensado, no como mera transmisión de ciertos contenidos concretos, sino que ayuda a los cubanos a construirse como personas y como sujetos capaces de influir en su historia y de transformarla. Es una educación formadora, integral, humanista, algo de lo que carecen otros pueblos y que, a fin de cuentas, constituye lo verdaderamente fundamental en cualquier sociedad.

Cuba ha sido vista y pensada desde principios del siglo XX, por algunos intelectuales como el argentino Ezequiel Martínez Estrada, como un faro que ilumina nuestra utopía, pero a partir de la Revolución Cubana y de la llegada de Fidel Castro al poder, esa metáfora cobró un nuevo significado al quedar la isla liberada de la clase dominante oligárquica y de la influencia de Estados Unidos.

Es por ello que Cuba está en las fauces del león que quiere engullirla, y, para colmo, a sólo media hora en avión de Estados Unidos, potencia que no quiere que ese faro alumbre a América Latina.

Los pueblos del resto de la región latinoamericana se debaten en la miseria y la ignorancia, mientras que las clases medias cada vez descienden más de nivel socioeconómico, debido más que nada a la acumulación del capital que impide el bienestar de las mayorías.

La Revolución de Fidel Castro significó el gran viraje de gobernar en dirección del pueblo, de la solidaridad con el pueblo, y la eliminación de los intereses y poder financieros del gran capital, así como también de las castas contrarias al principio de respetar la determinación de los ciudadanos.

"Para América Latina es muy importante que Cuba siga manteniendo la bandera de los grandes ideales del socialismo, porque si no lo logra perderemos referencias históricas que tendremos que construir nuevamente con muchos sacrificios, luchas y pérdidas de vidas", me dijo en una entrevista Leonardo Boff.

Sin embargo, hay una feroz fuerza desatada por parte de la ultraderecha de Occidente, encabezada por Estados Unidos, que va a hacer todo lo posible para borrar hasta el último vestigio del socialismo cubano, ya que no está resignada a permitir que Cuba sea el faro que ilumine la utopía posible en América.

A Estados Unidos, como a los poderes fácticos de América Latina, no le interesa que haya utopías de ninguna clase, "posibles o imposibles". En cambio, trata de convencer que intentar realizar la utopía en la historia, necesariamente nos conduce al totalitarismo.

Siempre en pie de guerra

Cualquier análisis serio del caso cubano necesariamente tiene que contemplar que una guerra permanente, por parte de Estados Unidos, ha estado gravitando sobre Cuba desde el triunfo de la Revolución hasta nuestros días.

Los críticos del proceso revolucionario cubano muestran toda su carga de perversidad cuando intentan profundizar en el tema sin considerar los episodios del ya demasiado largo capítulo de agresiones contra Cuba.

Hay más: a raíz de que Fidel Castro se separó del poder, el 31 de julio de 2006, los intelectuales allegados a los centros de poder de la derecha, que cuentan con los mejores espacios de la prensa internacional, han escrito -como por encargo- que el régimen de Fidel Castro se había escudado en "la supuesta agresión externa" para justificar su política "dictatorial, tiránica y totalitaria" en contra del pueblo, dando a entender con ello que los sucesivos gobiernos estadounidenses, desde el triunfo de la Revolución, han sido unas blancas palomas.

Lo cierto es que Fidel gobernó todo el tiempo en medio de turbulencias políticas generadas desde el exterior, de intentos de asesinato, de actos terroristas con un elevado número de víctimas, y de una "guerra sucia" de desgaste emprendida por los servicios especiales de la CIA, entre tantas otras cosas.

El caso cubano no puede ser analizado en un ámbito donde sus críticos más acérrimos le dan un contenido distinto del que en realidad tienen a conceptos tan abstractos como democracia, derechos humanos y libertad.

Ya no se sabe lo que significan esas palabras porque han sido pervertidas por el poder, y su verdadero significado es enmascarado en provecho de la derecha internacional, por plumas de todo tipo, algunas consideradas "prestigiadas", que están a su entero servicio.

A Fidel, por ejemplo, lo acusan de haber encabezado un régimen totalitario y represivo, pero basta con echarle una ojeada breve a la historia de la Revolución y los principios que motivaron su existencia para entender que el verdadero totalitarismo lo ha ejercido Estados Unidos en la región latinoamericana, donde utilizando incluso el asesinato político ha instalado una dictadura económica, de la cual hasta nuestros días ha escapado Cuba.

Cuatro importantes acontecimientos han puesto en peligro el proyecto estadounidense de mantener sus intereses neocolonialistas en América Latina y el Caribe: la Revolución Cubana; la llegada al poder en Chile, mediante el voto libre y secreto, de la Unidad Popular de Salvador Allende, la Revolución Sandinista en Nicaragua, y la Revolución Bolivariana de Hugo Chávez.

Frente a la hegemonía de Estados Unidos en la región, sólo consiguió sobrevivir el proceso revolucionario cubano, en una primera etapa, mientras que el proceso bolivariano, surgido más recientemente, también es objeto de todo tipo de ataques para desaparecerlo de la faz de la Tierra.

Cuba fue entonces sometida al aislamiento del polo de desarrollo del mundo occidental.

El antagonismo surgió porque Fidel anuló la influencia de las oligarquías en los destinos de Cuba, promovió toda una serie de medidas radicales contra los intereses del poder financiero y económico estadounidenses, eliminó el poder de la Iglesia Católica, favorable al esquema de dominación capitalista, y alentó el igualitarismo social en el pueblo.

De este modo, una nueva correlación de fuerzas se establecería en Cuba, con una nueva fisonomía a favor de las causas populares.

La respuesta por parte del poder hegemónico no se hizo esperar. Las castas que optaron por irse de Cuba y todo su aparato de represión instalado en la ciudad norteamericana de Miami, pronto volverían a establecer su inexorable vínculo con el gobierno de Estados Unidos para fomentar unas relaciones que les permitiera recuperar todas las palancas del poder en la isla caribeña, aunque fracasaron en todos sus intentos.

Se abriría entonces el capítulo del terrorismo dirigido contra Cuba que les facilitara el control de la situación interna en ese país. Al mismo tiempo se escenificó una lucha entre los distintos grupos del exilio cubano para controlar el poder que supuestamente iban a ejercer en la isla, con la colaboración estadounidense.

Estas pugnas de bandos con asesinatos en las calles de Miami, representaban el viejo orden llevado a esa ciudad de la Cuba de Fulgencio Batista.

La Agencia Central de Inteligencia (CIA en sus siglas en inglés) ha trabajado sin descanso en todo tipo de operativos y planes a una gran escala para romper el orden social establecido por la dirigencia revolucionaria cubana, utilizando para ello a cubanos de fuera y dentro de la isla, dispuestos a aceptar la dominación extranjera. Mientras tanto, Fidel, que había iniciado el camino hacia un modo de vida y sociedad alternativo al capitalismo, comenzó a sentir los rigores del acoso de Estados Unidos que mando por delante a los exbatistianos para que en forma implacable le hicieran la guerra al nuevo poder establecido en la isla.

La Revolución adquirió desde sus inicios, a causa de la presión externa, el carácter de defensora de la independencia de Cuba y del nuevo proyecto favorable al conjunto del pueblo, frente a los reiterados esfuerzos de Estados Unidos por subordinar el territorio cubano bajo su tutela, y colocar a los exbatistianos al frente del gobierno nuevamente.

Fue entonces cuando Fidel concibió una de las ideas más inspiradas de su historial revolucionario, cuando en uno de sus numerosos discursos sometió a la aprobación de su amplia audiencia la creación de los Comités de Defensa de la Revolución,

Por primera vez en la historia de los pueblos, un líder político promovía que fuera la propia población la que estuviera atenta y vigilante para detectar los complots alentados por las poderosas fuerzas que se oponían al proyecto orientado a establecer la justicia social en Cuba, y que buscaban asegurarse un efectivo control sobre sus asuntos internos.

Fue así como hasta nuestros días el pueblo se hizo cargo de la defensa de sus propios intereses, ya que nunca antes en la historia de Cuba un gobierno había funcionado a favor de su causa, por lo cual esa vigilancia fue asumida con plena consciencia.

Es por eso que le ha sido muy difícil a los sucesivos gobiernos norteamericanos propiciar la caída del régimen socialista, y en ese proceso trazaron estrategias de todo tipo para desprestigiar la figura de Fidel Castro en el contexto internacional, con vías de conseguir el consenso para invadir a Cuba militarmente.

En estos episodios han jugado un papel fundamental ciudadanos cubanos, dispuestos a vender la causa de los revolucionarios y del pueblo cubano, los cuales se han prestado a formar parte de las operaciones montadas por la CIA, para desestabilizar a Cuba.

Los llamados "disidentes" son en realidad agentes encubiertos de Estados Unidos que no se han enfrentado directamente al gobierno de Fidel Castro, sino que han conseguido proyectarse en el extranjero por el respaldo que han recibido de los círculos de la derecha internacional.

Han sido, además, cobijados por instituciones de la derecha occidental que los han galardonado por "librar una poderosa lucha en contra de un régimen que ejerce una represión brutal", cuando en realidad dentro de Cuba no han movido un dedo porque carecen de respaldo popular. Toda su tarea subversiva se reduce a establecer vínculos con la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana y la prensa extranjera acreditada en Cuba, además de los apoyos que reciben de gobiernos y organizaciones europeas para apuntalar los propósitos estadounidenses.

Es decir, que las acusaciones que señalan a Cuba como un gobierno totalitario, tiránico y represivo forma parte de la propaganda desplegada por sus enemigos en el exterior, ya que la actuación del gobierno cubano no es represiva en contra del pueblo, sino que actúa en contra de las fuerzas desatadas por los servicios especiales de espionaje e inteligencia de Estados Unidos que involucran a cubanos, en su pretensión de darle un nuevo rumbo a Cuba.

El pueblo, en cambio, ha sido objeto de una atención esmerada por parte del gobierno de Fidel Castro. Basta con ver los rostros de los niños de primaria, rebosantes de salud y alegría, para darse cuenta de ello.

Como parte de la propaganda occidental se ha inculcado la falsa idea de que progreso es "obra" y no "hombre". Es decir, que si alguien llega a Cuba y observa que este país carece de infraestructura urbanística de gran envergadura, que es lo primero que exhiben los países desarrollados, piensa entonces: "¡uff, qué atrasado y pobre está este país!"

Lo cierto es que la Revolución ha invertido sumas estratosféricas en cultivar la formación intelectual y profesional de varias generaciones de cubanos, algo que el resto de los países de América Latina no ha hecho a pesar de no tener encima la fuerte presión que para Cuba ha significado la guerra que Estados Unidos ha entablado en contra de ese país desde la llegada de Fidel Castro al poder.

La palabra más pervertida por el poder ha sido la de "libertad", que para los detractores de la Revolución Cubana tiene solo un significado: darle libertad a las oligarquías para medrar con la riqueza nacional, lo que podríamos llamar "libertad privada", y entonces lo llaman totalitarismo cuando esa riqueza es manejada "por el pueblo y para el pueblo", que entonces podríamos denominar "libertad pública", lo mismo que ocurre con la palabra "democracia", y en cuanto a los derechos humanos, consideran que éstos son violados cuando los cubanos, que están involucrados en las maniobras orquestadas por la inteligencia estadounidense, son apresados, juzgados y sentenciados por atentar contra la soberanía de Cuba, algo que además está altamente penalizado en cualquier país del mundo.

Un país que es amenazado por la nación más poderosa de la Tierra, como ha sido el caso de Cuba desde el triunfo de la Revolución, necesariamente tiene que adoptar medidas que sean consecuentes con esa situación que pone en peligro su seguridad nacional.

Cuba, por esa particular circunstancia, ha estado obligada todo el tiempo a impedir que las ideas pervertidas por el poder lleguen a oídos de los cubanos a través de Radio y TV Martí, emisoras fundadas por el gobierno estadounidense y que transmiten a la isla desde Washington con el propósito de promover ideas subversivas en el pueblo cubano.

¿Qué país del mundo puede admitir una situación como ésta? Tampoco puede permitirse el lujo, en esas condiciones, de que la prensa local sea invadida por ideas que no tendrían un contenido precisamente objetivo y desinteresado, y también debe mantenerse alerta para desestimular que algunos confundidos cubanos se dejen atraer por el "dulce encanto" de la sociedad de consumo y contribuyan a los planes estadounidenses de desestabilizar la isla.

Cuando los críticos del caso cubano omiten estas realidades, que de ninguna manera pueden soslayarse, entonces parten de premisas falsas a la hora de emitir sus juicios, además de que tienen por costumbre no atribuirle a Estados Unidos ningún papel en esta historia, y si alguien por ahí hace alguna mención al respecto, es tan benigno y poco contundente que puede percibirse con facilidad que en realidad su ejercicio de escritura deliberadamente obedece a un solo objetivo: desprestigiar a la Revolución Cubana.

Hoy los planes contra Cuba están más elaborados y sofisticados que nunca antes. Hay preparativos serios para poner fin, de una vez por todas, a "esa molesta Revolución de Castro", que tantos dolores de cabeza ha causado a varias generaciones de políticos de las élites gobernantes de Estados Unidos.

La estrategia de George W. Bush está claramente perfilada. Aún hoy, a unos cuantos meses de dejar el poder, sigue él empeñado en que sean los llamados "disidentes", opositores internos al gobierno cubano, quienes jueguen el principal papel en lo que busca sea la "fase final" de la Revolución, los cuales son vistos fuera de Cuba como "los abanderados del pueblo" que quieren un cambio, debido al despliegue de la propaganda en ese sentido que ha costado cifras millonarias al gobierno de Estados Unidos.

La clave de la estrategia está en una conversación sostenida por Oswaldo Payá, líder del Movimiento Cristiano de Liberación de Cuba, con Andrés Oppenhaimer, periodista de The Miami Herald, que ha adquirido derecho de picaporte dentro de algunas élites políticas de América Latina, a raíz de su muy buen manejo sobre los temas más álgidos que dominan el panorama de la región, aunque indefectiblemente con un sesgo favorable al pensamiento más conservador y retardatario.

No debemos olvidar que la difusión de la propaganda opera en varios niveles, que es cuando las palabras empiezan a significar lo contrario de lo que deberían, con el fin de contribuir a formar una idea de desencanto histórico sobre cualquier proyecto revolucionario, en este caso en particular el cubano que está presente y se haya plenamente vigente.

Oppenhaimer, autor del libro "La hora final de Castro", escrito a principios de los años noventa y que como era lógico esperar fue recibido por la comunidad de Miami con enorme entusiasmo -aunque nunca se cumplió su pronóstico-, sin proponérselo, en esta entrevista vía telefónica que hizo al líder opositor y que luego reprodujo en su columna política, ha dejado al descubierto en qué va consistir la estrategia que Estados Unidos tiene para Cuba. Sólo hay que reconstruir parte de esta conversación, para enterarnos sobre cómo ha sido elaborado el plan.

"Estados Unidos, donde creo que hay buena voluntad, debe tomar conciencia que el rol protagónico del cambio no les corresponde a ellos", dice Payá a Oppenhaimer.

"Crear una comisión, hacer ese informe que entra a definir lo que tiene que suceder dentro de Cuba, no le corresponde a Estados Unidos", agrega. Cabe aclarar, antes de continuar, que el gobierno cubano y la intelectualidad seria y respetable en el mundo han denunciado que los disidentes son anexionistas porque forman parte de la estrategia establecida por Estados Unidos para atacar a Cuba. Entonces, los opositores han ido perdiendo credibilidad acerca de las motivaciones que los animan a prestarse a seguirle el juego al gobierno de Estados Unidos. En este contexto, resulta imprescindible a los opositores incorporar a su discurso, al menos en apariencia, que no son favorables a la intervención norteamericana en los asuntos internos de Cuba.

Pero veamos cómo el propio Payá, en sus declaraciones a Oppenhaimer, pone en claro su asociación con el gobierno norteamericano, cuyas palabras entrecomilla el periodista argentino.

"Estados Unidos debe estar a la espera que el pueblo de Cuba pida la ayuda que estime necesaria, en la forma que estime necesaria".

O sea, que acepta implícitamente la colaboración estadounidense en la vida interna política cubana, además de que no es nada difícil presumir a qué tipo de colaboración norteamericana se está refiriendo.

Con esas simples y llanas palabras, Payá descubre el verdadero contenido de la estrategia para liquidar el movimiento revolucionario histórico de Fidel Castro, que consiste, en primer lugar, otorgarle a la disidencia en el contexto internacional la calidad de voceros del pueblo, aunque éste no tenga la menor idea de lo que se está fraguando en su nombre.

Una vez que ha quedado bien afianzada esta idea en el ámbito internacional, que por lo pronto Payá simula ya ser un representante político legítimo del pueblo cuando afirma "… Estados Unidos debe estar a la espera que el pueblo de Cuba pida la ayuda…", -que equivale a decir: "el pueblo soy yo y los disidentes que me acompañan"- , la tarea de los opositores será provocar al régimen con aparentes brotes violentos de descontento, en un nivel que se haga necesaria la intervención de la fuerza pública, mientras los medios de la prensa internacional difundirán que en Cuba "ha comenzado una guerra civil y se ha hecho presente uno de los aparatos más represivos de lo que ha quedado del totalitarismo soviético".

En medio de esta represión, que aunque no sea más que la expresión lógica en contra de las fuerzas desatadas por Estados Unidos en contra del régimen cubano, se suscitará el clamor de los sectores más conservadores de Occidente, momento que será aprovechado por la disidencia para, como "víctimas de la represión más desmedida", como seguramente serían los titulares de muchos diarios inclinados a la derecha, solicitar la ayuda militar de Estados Unidos, para que el pueblo cubano sea librado de la "más feroz y prolongada dictadura que jamás haya tenido lugar en América Latina".

Si realmente el pueblo hubiera estado harto de la Revolución, se habría presentado un vacío de poder cuando Fidel Castro tomó la determinación de iniciar su sucesión aprovechando que había sido sometido a una delicada cirugía, pero él estaba confiado en que el pueblo iba a estar a la altura de las circunstancias, y no se equivocaría.

*Reportera mexicana

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