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Cuba: coraje y valor

Transformaciones socioeconómicas y políticas revolucionarias III

Las transformaciones socioeconómicas y políticas revolucionarias en Cuba revolucionaria. 1959-1961 III Parte Por Orlando Cruz Capote*

En el campo de las transformaciones económicas y sociales hubo una estrategia central: el cumplimiento en lo esencial del “Programa del Moncada”, o sea el problema de la tierra, la industrialización, la vivienda, el problema del desempleo, la educación y el de la salud del pueblo. (1) Entre 1959 y 1960 se promulgaron y se pusieron en ejecución un sinnúmero de medidas revolucionarias que trataron de solucionar en gran parte los problemas heredados por la Revolución. Describir un breve glosario de las más importantes medidas (2) nos permitirá deducir inmediatamente, un balance del impacto de las mismas en el seno de la población: rebaja de las tarifas telefónicas; reducción de los alquileres de las viviendas; rebaja de las tarifas eléctricas; rebaja de los precios de las medicinas; eliminación de las alzas de precios minoristas y mayoristas y su estabilización en el territorio nacional; regulación estatal de los precios de compra y venta de los artículos de primera necesidad para la población; supresión de la usura; aumento de los salarios nominales y reales; financiación estatal de los servicios sociales básicos, la salud pública, la educación, la seguridad y asistencia social y la construcción de viviendas, entre otras; incremento de las posibilidades de empleo en la ciudad y el campo; uso social y público de las playas privadas; eliminación de los juegos de azar en todo el país y erradicación de la Lotería Nacional; la lucha por erradicar la prostitución y otras lacras sociales; reorganización del sistema de seguridad social, estableciéndose el Seguro Social Obligatorio; lucha por erradicar la discriminación racial; rebaja de los precios de los libros de textos para la enseñanza Primaria, Secundaria y Profesional, en un 25 % y en un 35%; un programa que permitiera el crecimiento y estabilización del empleo, principalmente de los maestros y otros profesionales.

Las medidas de estatización de la economía y los servicios estuvieron complementadas, entre 1959 y 1960, por la actividad del Ministerio de Recuperación de Bienes Malversados, entre otros, para lograr la confiscación de los bienes malversados antes del triunfo revolucionario y los de aquellos individuos que recurrieron a esa práctica saboteadora de la economía nacional y contra el proceso revolucionario Solo en los primeros 5 meses de 1959 fueron confiscadas 318 empresas constructoras. Durante 1959 hasta febrero de 1960 pasaron al Estado, 14 centrales azucareros; 12 162 caballerías de tierras. Por este concepto el Ministerio había estatalizado alrededor de 500 empresas de todo tipo y más de 400 millones de pesos. Ese papel confiscador también se le atribuyó legalmente al Ministerio del Trabajo y a otros organismos. Así, el 3 de marzo de 1959, el Ministerio de Comunicaciones intervino la “Cuban Telephone Co.”, y en ese propio mes se intervinieron, además, 3 refinerías (Refinería Cabaiguán S.A., Petróleo Jarahueca S.A. y Refinería Bacuranao S.A.) a cargo de la Comisión de Fomento Nacional. Poco después, entraron en ese proceso otras leyes e instituciones que nacionalizaron el petróleo, la Compañía de Ómnibus Aliados, la de Ómnibus Metropolitanos, y la Cuban Tobacco Co., etc. En ese propio primer año de la revolución fue aprobada la Ley No. 635 que anuló las concesiones petroleras realizadas por el régimen batistiano. Y se revisaron todas las concesiones mineras que se habían pactado con empresas extranjeras con el fin de que cumplieran sus compromisos y se logró que el Estado tuviera una participación del 50% sobre el valor de los minerales o concentrados de estos que se exportasen. Como consecuencia de la agudización de la lucha de clases interna y el enfrentamiento al imperialismo norteamericano en junio de 1959, el Gobierno Revolucionario ante las negativas de las refinerías norteamericanas de procesar el petróleo soviético, interviene estas empresas yanquis. (3)

Si algunas de estas medidas y decretos estuvieron dirigidas directamente a satisfacer las expectativas de bienestar social y económico de las clases más explotadas de la sociedad cubana, incluyendo algunos sectores pequeños burgueses (4) y los profesionales e intelectuales, contrarias a los intereses de los burgueses nacionales y extranjeros propietarios, las más significativas medidas revolucionarias entre 1959 y 1961, por su radicalismo y profundidad en cuanto a cambiar de raíz las estructuras capitalistas en la Isla, fueron siete, que detallaremos a continuación: primera, la Primera Ley de Reforma Agraria, firmada el 17 de mayo de 1959; segunda, el primer grupo de nacionalizaciones, el 6 de agosto de 1960 que afectó a empresas y bienes, propiedades de personas naturales o jurídicas de Estados Unidos, y que incluyó también las empresas en las cuales tuvieran intereses o participación mayoritaria; tercera, las nacionalizaciones, del 13 de octubre de 1960, en donde se expropiaron las empresas de la burguesía industrial cubana y el resto de las propiedades norteamericanas; cuarta, la promulgación de la Ley de Reforma Urbana, el 14 de octubre de 1960; quinta, la nacionalización, el 24 de octubre de 1960, del resto de las empresas norteamericanas que quedaban en la Isla; sexta, el desarrollo de la Campaña de Alfabetización en 1961 y, finalmente, la séptima, que consistió en la Nacionalización de la Enseñanza, el 6 de junio de 1961.

La aplicación de la Primera Ley de Reforma Agraria cambió radicalmente la estructura socioeconómica del campo cubano, al abolir-prohibir el latifundio, quebrando la columna central de una parte importante de la producción capitalista en el agro, en particular y en algunas de las esferas de la vida económica cubana, en general. Fue el inicio del fin del capitalismo en Cuba.

Por otra parte, en el segundo semestre de 1960, se inició el proceso de las grandes nacionalizaciones de todas las empresas, grandes y medianas, en manos del capital privado extranjero y cubano. En tal sentido, se aprobó la Ley 851, del 5 de julio de 1960, que concedía poderes al Presidente de la República y al Primer Ministro a disponer la nacionalización por la vía forzosa de las empresas y bienes- propiedad de personas naturales y jurídicas de los Estados Unidos- e incluía también las empresas en las cuales habían intereses o participación mayoritaria de norteamericanos. El 6 de agosto fueron nacionalizadas las principales compañías norteamericanos en Cuba mediante dos resoluciones, la segunda de las cuales abarcaba la banca estadounidense. Fueron nacionalizadas 36 centrales azucareros que aportaban el 36, 7 % de la producción nacional y empleaban el 35, 7 % de la fuerza de trabajo utilizada en la zafra. También fueron expropiadas la Esson Standard Oil, la Texaco Company, la West Indian y la Sinclair Cuba Oil, lo que ponían en manos del Estado cubano todas las refinerías del país, salvo las operadas por el capital británico. Los bancos norteamericanos nacionalizados fueron The First National City Bank, The First National Bank of Boston y The Chase Manhattan Bank, este ultimo del grupo Rockefeller. Inmediatamente, dos meses más tarde, se produce otro momento esencial en el camino de la socialización de los medios de producción, la promulgación de la Ley No. 890, del 13 de octubre de 1960, que decretó el paso a propiedad estatal de 383 empresas privadas.

Si las nacionalizaciones de agosto brindaban a la burguesía doméstica aún la posibilidad de mantenerse en el proceso nacional y patriótico, con una nación sin dependencia extranjera, las que se ejecutaron en octubre afectaron a la grande y mediana burguesía industrial y agraria local. Estos “nacionales” grupos burgueses a la hora decisiva de la batalla contra el imperialismo norteamericano desertaron de las filas patrióticas demostrando, una vez más, su conciencia antinacional, su antagonismo con los intereses de las masas populares y su dependencia económica, política y cultural con el Imperio Norteño. Finalmente, el 24 de octubre de 1960, mediante la Resolución No. 3, de la Ley 851, son nacionalizadas alrededor de 163 propiedades de las restantes empresas norteamericanas. La promulgación y ejecución de la Ley de Reforma Urbana, el 14 de octubre, expropió las viviendas de alquiler y liberó, gradualmente y en diversos plazos, del pago de renta por la habitación a una masa considerable familia. La amortización de la casa debía realizarse con lo que pagase por renta el ocupante de la casa en un período no menor de 5 años, ni mayor de 20 años. Esta medida constituyó un fuerte golpe para los propietarios privados -casatenientes- que se enriquecían con los alquileres.

Al unísono, una verdadera batalla educativa masiva se desarrolla desde finales de 1960, y durante todo el año 1961, la Campaña de la Alfabetización. Ya en 1959, el líder de la Revolución Fidel Castro, que anunció la promesa de que todos los cuarteles militares serán convertidos en escuelas, la cumplió en ese propio año y los primeros meses del siguiente. La Campaña de la Alfabetización llevada a cabo por el proceso revolucionario significaba una verdadera lucha cultural de masas, una revolución intelectual y moral para, con y por las masas que no solo implicaba el enseñar a leer y a escribir a los analfabetos y semianalfabetos existentes en la Isla, sino que trataba de involucrar en el proceso revolucionario de una manera consciente y más preparados a millones de trabajadores manuales, intelectuales y campesinos cubanos. (5) La acción retroalimentadora entre los alfabetizados y los alfabetizadores, la inmensa mayoría jóvenes estudiantes y obreros, aunque también hubo quienes eran amas de casa y jubilados, permitió fortalecer la unidad obrero-campesina y permitir una comprensión cabal del protagonismo de todo el pueblo en tan noble misión. Al ser alfabetizados todos los ciudadanos en menos de un año -la campaña culminó el 22 de diciembre de 1961- estos se encontraron en mejor condición de poseer y continuar adquiriendo una educación, cultura y una conciencia política superior para proseguir su preparación en la esfera productiva y económica. La nacionalización de la enseñanza, en 1961, culminó un proceso que permitiría a toda la población recibir la educación de manera gratuita, eliminando las escuelas privadas, incluyendo universidades católicas y laicas y que, además, separó la Iglesia de la enseñanza. Ello propició otro ángulo de la aguda lucha de clases en el seno de los centros de educación privados y otro choque inevitable con la Jerarquía de la Iglesia Católica, cuyos sacerdotes en su mayoría eran de procedencia española, muy conservadores.

Con todo este cúmulo de transformaciones socioeconómicas, políticas y culturales se cumplía, esencialmente, con el Programa del Moncada. Los cambios en la esfera económica-social ejercieron un efecto sustantivo con respecto a los que se produjeron en la superestructura ideopolítica pero estos, a su vez, con su independencia relativa fueron causales, en muchos momentos, de los cambios que se operaron en la estructura o base económica. Estaban creadas las bases centrales para iniciar el verdadero desarrollo del país. La propiedad de los medios de producción fundamentales en manos del Estado revolucionario permitió no sólo el crecimiento económico sino el paso paulatino de la superación del subdesarrollo y, más que todo, una redistribución más equitativa de las riquezas materiales de la nación. Era el momento de crear una economía, nunca divorciada de lo social ni de lo político, diversificada, armónica y complementaria, justa y equilibrada.

En este sentido la superación de los sentimientos y razonamientos anticomunistas arraigados en el seno de la sociedad cubana fueron parcialmente eliminados en breve tiempo, gracias a la fuerte confrontación clasista interna, la labor concientizadora de la vanguardia política, la ya mencionada hostilidad yanqui y el apoyo irrestricto del campo socialista y, en primer lugar, de la Unión Soviética. La realidad y la práctica superó los viejos prejuicios, ideologías y sentimientos al uso. Por lo tanto, estos factores exógenos jugaron un papel dinámico sobre la lucha de clases en la Cuba revolucionaria y, fueron catalizadores de la profundización de los cambios y la conciencia política de los protagonistas de la misma.

Pero lo subjetivo, como rasgo singular de la Revolución Cubana, continuó desempeñando un rol muy importante y, en muchas ocasiones, definitorio sobre el rumbo del proceso inaugurado el Primero de Enero de 1959. Y si en los inicios, como posteriormente, le correspondió a la vanguardia política y a los miembros más concientizados de la sociedad llevar adelante el programa re-creado de la Revolución, en cierto momento de ese decursar histórico el sujeto popular pasó de ser un objeto-sujeto pasivo en los cambios y comenzó a transformarse en un sujeto activo, crítico-participativo en las grandes decisiones. Y no solo aquellos hombres y mujeres que habían luchado de una manera u otra, tanto en la Sierra como en el Llano, sino los nuevos artífices: los jóvenes y otros ciudadanos de cualquier edad que se habían sumado al proceso y que con mayor fuerza, a partir de la Victoria de Playa Girón, se convirtieron en sujetos muy dinámicos que le impusieron una impronta al proceso revolucionario. El gran viraje favorable de y en las mentes de los cubanos de esa época, a la Revolución Socialista y de Liberación Nacional fue una de las singularidades del proceso revolucionario cubano.

En los tres primeros años, hasta 1961, la Revolución Cubana había resuelto, en esencia y siempre con cierta relatividad, cuatro problemas básicos para cualquier proceso revolucionario auténtico y genuino. 1) La cuestión de clase y el sujeto popular, enlazada a la eliminación de la explotación de las masas populares y a la conducción del proceso por la hegemonía política (no física) de la clase obrera, conjuntamente en estrecha alianza con el campesinado trabajador, pero a quienes se les unió, los estudiantes y la pequeña burguesía radicalizada, además de otros segmentos y estratos de la población; 2) La cuestión nacional, referida a la eliminación de la dominación imperialista y a la redefinición de las nuevas modalidades de articulación en la economía y en el sistema político internacionales, teniendo un peso esencial, las relaciones establecidas con la URSS y el campo socialista; 3) La cuestión del desarrollo, es decir la superación paulatina del atraso económico y social, la diversificación de la economía, la expansión de las fuerzas productivas y la planificación y ordenamiento de la estructura productiva; 4) La cuestión democrática, o sea el desmantelamiento o destrucción del Estado que garantizaba la explotación de clase, el atraso económico y la subordinación- dependencia a la dominación imperialista; 5) La cuestión cultural, que abarca la instrucción, la educación, pero rebasando lo artístico-literario, que debía comenzar a transformar de forma paulatina las mentalidades (coloniales y neocoloniales) en la sociedad cubana, abriendo espacios para la aparición de un Hombre Nuevo, como en lo enunciara, el Comandante Ernesto Che Guevara, para la construcción y el desarrollo del socialismo en Cuba.

Y todo ello lo había realizado, una misma dirección de vanguardia política que dirigió todas las fases de la Revolución hasta su proclamación socialista. El carácter democrático-revolucionario de la primera etapa que en Cuba se denominó, teóricamente, como agraria, popular, antiimperialista y democrática, fue conducido por el liderazgo revolucionario que supo conjugar todos los factores a resolver -los cinco enunciados anteriormente- conociendo que la fractura de solo uno de ellos ponía en peligro el proceso revolucionario. (6) Esa vanguardia comprendió que cuando se realizaba una dicotomía clasista de la sociedad cubana, la misma no podía simplificarse a la vieja forma de burguesía vs. proletariado, pues estaba en juego el enfrentamiento nación contra el imperialismo, por lo que la amplitud del campo popular resultaba decisorio en la suerte del proceso por lograr la independencia y soberanía nacional como atributo o corolario de la emancipación social. Y esa liberación social solo era posible en un sistema democrático popular, participativo y directo, porque no se trataba de alcanzar la liberación nacional para luego abrir paso al socialismo, sino de abrir paso a éste para, consecuentemente, alcanzar la liberación nacional.

El enfrentamiento fue concebido acertadamente, tenía que desarrollarse entre la clase dominada contra la clase dominante, entre la nación y el imperialismo, todo ello determinado por el pensamiento y la acción de la vanguardia política desde que enunció el concepto de pueblo en “La Historia me Absolverá” (1953) y que supo precisar que las clases se constituyen como sujetos colectivos de acción social en el terreno político-ideológico, realizándolo en un proceso que no solo es la toma de conciencia y rechazo de la explotación económica, sino también de vivencia y repudio de su opresión política. La construcción de un Estado-Nación-Soberano-Popular y, finalmente, Socialista, era la única forma posible de llevar adelante y hasta sus últimas consecuencias el proceso revolucionario nacional liberador y social cubano.

Notas bibliográficas y referencias:

(1) Fidel Castro Ruz La Historia me Absolverá. Edición Anotada, Oficina de publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 1993.

(2) Todas las medidas que vamos a resumir están avaladas por leyes que se aprobaron y se pueden apreciar en, Folletos de Divulgación Legislativa, Editorial Lex, La Habana, Año 1959 y 1960; también en, José Luis Rodríguez Dos ensayos sobre la economía cubana, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1984; José Acosta Cuba: de la Neocolonia a la construcción del socialismo (I), en Revista Economía Y Desarrollo, No. 19, La Habana, 1973; José Luis Rodríguez y George Carriazo Erradicación de la pobreza en Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1987.

(3) En esta intervención de las refinerías norteamericanas tuvo un papel fundamental el control obrero, ejercido por los propios trabajadores y sus sindicatos, que advirtieron el Gobierno Revolucionario de que las existencias de petróleo en Cuba eran mínimas y, si no se tomaban medidas inmediatas, el país se paralizaría por falta de combustible.

(4) Los medianos y pequeños industriales, así como algunos terratenientes (azucareros, ganaderos y arroceros) tuvieron su última oportunidad histórica de sumarse al proceso de transformaciones pues el Gobierno Revolucionario llamó a estos grupos y sectores a producir y ganar el mercado nacional. Hecho que se demuestra en dos consignas de aquellos años: “Consuma Productos Cubanos” y “Consumir lo que el país produce es hacer Patria”. Sin embargo, estos grupos desestimaron la opción nacional y se opusieron de diversas formas contra el proceso revolucionario.

(5) Una revisión de los contenidos de los Manuales de Alfabetización que llevaron los jóvenes alfabetizadores brinda una idea clara de que se trataba no solo de alfabetizar educativamente a los que no podían leer y escribir, sino de una labor educativa política e ideológica para llevar el mensaje de la Revolución, la Patria y la nación cubana. Se trató de concientizar a todos los participantes.

(6) Este enunciado aparece en la Plataforma Programática aprobada en el 1er Congreso del PCC, celebrado en 1975. La segunda etapa, según el documento, comenzó a partir de la proclamación del socialismo, el 16 de abril de 1961. Esta división la asumimos críticamente porque comprendemos que no fue realmente de esta forma tan esquemática. En la denominada segunda etapa estuvieron presentes los mismos elementos de la primera, y el socialismo se fue construyendo en Cuba desde el propio primero de enero de 1959, por lo que la dialéctica del documento se vio afectada por el marxismo-leninismo de esa época, que intentaba hallar similitudes con la historia del socialismo en la URSS y otros países de Europa Oriental.

* Dr. Orlando Cruz Capote, Investigador Auxiliar, Instituto de Filosofía, Cuba

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