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Cuba: coraje y valor

Cuba también es un modelo de organización para luchar contra las calamidades de la naturaleza, por Emilio Marin

Tres huracanes en diez días azotaron a la Isla

En diez días a la Mayor de las Antillas la golpearon tres huracanes, que sembraron destrucción con vientos e inundaciones. La organización social y política cubana, un modelo contra catástrofes.

Para entender mejor cuán grave fue la catástrofe natural hay que acudir a la definición de Fidel Castro. En una de sus reflexiones de prensa la llamó “golpe nuclear”. Por el nivel de devastación súbita, fue como si su país hubiera sido objeto de un ataque atómico. Aunque, y en esto radica la ventaja del sistema social cubano, las víctimas principales no fueron los seres humanos, puestos a resguardo con previsión y organización envidiables, sino los bienes materiales.

Viviendas, cosechas, edificios, escuelas, hospitales, depósitos de alimentos, líneas eléctricas, etc., fueron barridas, destartaladas, volteadas, etc., por las ráfagas del viento del “Fey”, el “Gustav” y finalmente el “Ike”.

Y la temporada ciclónica no ha terminado en esa zona del Caribe, por lo que puede haber nuevos problemas de ese tipo.

Por suerte -y está mal aludir a la fortuna pues el gran artífice fue la planificación y la política-, la población no había tenido que lamentar muertos. Invicta en esta clase de lides, perdió esa condición con el “Ike”, que mató a siete personas que no acataron las directivas de la Defensa Civil y los propios vecinos.

En comparación, hay que decir que los muertos se contaron por más de doscientos en Haití, República Dominicana y otros países de la zona; incluso en Estados Unidos el “Gustav” mató a 26 ciudadanos pese a que allí tocó tierra en el golfo de México con la mitad de la fuerza asesina con que lo había hecho en Cuba. En esta no murió nadie en esa ocasión, pese a tratarse de un huracán categoría 4 en la escala Saffir-Simpson que se bebía los vientos a 240 kilómetros por hora.

Pero por más que en La Habana haya un gobierno dedicado a resolver los problemas de su gente con honradez y eficacia, si pasan tres huracanes en menos de dos semanas y a muchas zonas las barren los tres, al derecho y al revés, es inevitable que haya destrucción y dramas por todas partes.

Una de las pocas cosas favorables fue que los embalses se llenaron de agua. El Instituto Nacional de Recursos Hídricos informó que los 239 embalses que administra estaban al tope. Debió ser la única noticia positiva en medio de la catástrofe, pues suele ser afectado a dos puntas, alternativamente: sequías y huracanes.

Lo primero que surge a la vista cuando una nación es sometida a pruebas como esas, es la madera de la que están hechos sus gobiernos. En 2005 “Katrina” dejó 2.000 muertos en Estados Unidos, en su mayoría negros y pobres, con la administración Bush que mandó soldados para defender las propiedades. En Cuba, en cambio, lo fundamental a salvar eran las vidas. Por eso, además de planes específicos de prevención, en medio del “Gustav” se mando a grupos de rescates al mar durante horas hasta salvar a un grupo de pescadores. El texano los hubiera dejado como comida de tiburones. En la isla no se deja a nadie en la estacada. Otro ejemplo: el edificio del Consejo de Estado sirvió de albergue a los vecinos de La Timba, uno de los barrios más humildes de La Habana. ¿Alguien imagina a la Casa Rosada abriéndose para alojar a los vecinos de la Villa 31 de Retiro?

Poco luto, mucho dolor

Aclarado el punto de que en la isla generalmente no hay que llorar muertos ante estos ciclones, vientos huracanados e inundaciones, hay que decir que los daños materiales han sido colosales. Según el rápido inventario gubernamental, 445.000 viviendas han sido severamente dañadas, con voladura de techos y otros daños. Dentro de este lote, 64.000 casas directamente se vinieron abajo, sólo quedaron las ruinas, convirtiéndose en una prioridad para la tarea de reconstrucción.

Los cubanos tendrán que hacerlo, como hacen todo, basándose en sus propias fuerzas y secundariamente en ayuda de países de buena voluntad. Como se sabe, de los miles de millones de dólares que el Banco Mundial y el BID asignan a países del continente, aquellos están excluidos. No reciben ni un dólar.

La estructura hospitalaria y educacional también sufrió el duro impacto de “Gustav” e “Ike”. Más de 2.600 centros docentes fueron destruidos parcial o totalmente y más de 300 hospitales, policlínicos y consultorios fueron dañados. Sin embargo eso no fue óbice para que casi inmediatamente 2.5 millón de escolares reanudaran sus clases en las escuelas donde se podía funcionar o en otros establecimientos habilitados al efecto.

Las lluvias reportadas afectaron a más de 4.000 toneladas de alimentos en almacenes y bodegas del Estado, que normalmente los reparten entre la población. Fueron muy dañadas las cosechas de hortalizas, vegetales, caña y café, perdiéndose 32.000 hectáreas de plátano y más de 10.000 hectáreas de otros renglones en las provincias orientales.

A modo de balance, el gobierno de la isla ha estimado las pérdidas en 5.000 millones de dólares, que en ese país y en cualquier otro son un dineral, en particular para un país pequeño y bloqueado por una superpotencia en forma total desde hace 46 años.

Justamente la actitud de la Casa Blanca contrastó con las voces y aportes solidarios que hicieron gobiernos de Brasil, Rusia, Venezuela, China, Argentina y otros. George Bush ofreció 100.000 dólares de ayuda si previamente el gobierno de Raúl Castro autorizaba la llegada al lugar de un “equipo de evaluación humanitaria con el fin de inspeccionar las áreas afectadas”. La cancillería de Felipe Pérez Roque le contestó que el gobierno local tiene perfectamente evaluado lo sucedido. Añadió que EE UU debe levantar el bloqueo, para permitir a la isla adquirir alimentos y otros productos necesarios.

En las antípodas

Que durante la peor temporada de ciclones en 45 años, aún así, la administración Bush no aflojara ni un centímetro el bloqueo a Cuba, es una postal de su criminalidad.

En contraste, cuando EE UU sufrió los atentados a las Torres Gemelas, el gobierno de Fidel Castro ofreció sus aeropuertos para las tareas de salvataje. Y en ocasión de “Katrina”, puso a disposición de EE UU la brigada médica “Henry Reeves” para socorrer a los enfermos e inundados. Ni uno ni otro ofrecimiento fueron aceptados por Washington, pese a que el candidato Barack Obama pidió que se flexibilizara por tres meses la prohibición de viajes de norteamericanos a la isla y de girar remesas a los familiares.

Más allá de que algunos argentinos hagan culto del analfabetismo político con el credo de que “a mí la política no me interesa”, se demuestra que estas catástrofes naturales también demandan cierta formación política para poder sobrevivir.

Los cubanos sobreviven a esas “bombas nucleares” porque cuentan con un gobierno que cuenta con un plan de prevención, consistente en dos fases: el alerta y el programa de acción propiamente dicho.

En la primera etapa un rol determinante lo tiene el Instituto de Meteorología, con su director José Rubiera, de alto prestigio. A la hora de las acciones, se destacan todos los niveles del gobierno, comenzando por los principales dirigentes del Estado, el Partido, la Juventud, los Comités de Defensa de la Revolución, la Defensa Civil, los miles de voluntarios, las tropas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y tantas otras entidades.

Pero todas esas planificaciones quedarían reducidas a papel mojado, inservible, si la propia población no tuviera un alto nivel cultural y político, una disciplina y confianza en sus autoridades. Al contar con eso y mucho más, el Estado puede mover a lugares seguros a más de 3 millones de personas y utilizar como en esta oportunidad a más de 10.000 medios de transporte, sin reportarse ni un accidente. ¿Cómo es que allí no hubo pillajes ni saqueos, propios de las sociedades capitalistas donde prevalece el “sálvese quien pueda”? La respuesta está en el tipo de sociedad que se construye en la isla y los principios que orientan a la mayoría de su gente, no a toda por supuesto.

Aún los enemigos del socialismo de Cuba tendrán que admitir que ese sistema social y ese desarrollo educacional y cultural es capaz de superar tanto los bloqueos imperiales como los huracanes y otras catástrofes de la enojada naturaleza.

www.laarena.com.ar, editoriales

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